HOMBRE PROBADO

“Dios lo dejó, para probarle” (2 Crónicas 32:31).

Nos hemos preocupado tanto en probar a Dios que no hemos preparado nuestros corazones para las grandes pruebas de la vida en las que Dios prueba al hombre. ¿Puede ser que la gran prueba que usted está ahora afrontando, la carga que usted está llevando, es, en realidad, Dios obrando en usted, probándolo?

“Probó Dios a Abraham, y le dijo: Toma ahora tu hijo… y ofrécelo allí en holocausto” (Génesis 22:1-2). Dios probó una nación entera para saber lo que en realidad había en su corazón. “Te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos” (Deuteronomio 8:2).

Vemos algo asombroso en 2 Crónicas 32:31: Dios dejó a un gran rey por una temporada, para probarlo. “Dios lo dejó, para probarle, para hacer conocer todo lo que estaba en su corazón”.

A menudo, mientras el siervo del Señor se encuentra en una búsqueda correcta de la obra de Dios, éste se halla a sí mismo, aparentemente abandonado, probado hasta los límites de su resistencia y dejado solo en la batalla contra las fuerzas del infierno. Todo hombre que haya sido bendecido, ha sido probado de la misma manera.

¿Se encuentra usted en circunstancias extrañas? ¿Se siente solo y abandonado? ¿Pelea una batalla perdida contra un enemigo impredecible? Éstas son señales de un proceso de prueba.

La victoria siempre es deseada, pero en caso de fallar, recuerde: Es aquello que queda en su corazón en lo que Dios está interesado, su actitud después de haber ganado o perdido la batalla solitaria. Su devoción hacia Él a pesar del fracaso, es el deseo de Dios.

Jesús ha prometido nunca dejarnos o abandonarnos, pero el registro de la Escritura revela que hay momentos en los que el Padre abstiene su presencia para probarnos. Aun Cristo experimentó ese momento solitario en la cruz. Es en esos momentos, en los que nuestro bendito Salvador es más sensible a nuestras debilidades, y susurra: “Yo oro por ti, que tu fe no falte”.

Jesús dice que debemos tomar nuestra cruz y seguirle (ver Mateo 16:24). ¿Qué es la cruz? Es la carne con su fragilidad y debilidad. Tómela, muévase en fe, y la fuerza de Dios se perfeccionará en usted. La cruz del “yo” y el pecado, que usted lleva, ¿es muy pesada? Entonces, amigo mío, tome su cruz y siga. ¡Él entiende y está ahí, a su lado, para levantar la pesada carga!