DIOS DE NUESTROS MONSTRUOS

Dios le dijo a Job: “He aquí ahora behemot [el hipopótamo], el cual hice como a ti” (Job 40:15). “¿Sacarás tú al leviatán [el cocodrilo] con anzuelo, o con cuerda que le eches en su lengua?” (Job 41:1)

¿Por qué comenzaría Dios su revelación, llevando a Job a considerar estos dos monstruos masivos? ¿Por qué haría mirar Dios a Job los rostros de un hipopótamo y un cocodrilo?

Primeramente, el Señor planteó este problema a su siervo: “Mira, Job, aquí viene el hipopótamo detrás de ti, ¿qué vas a hacer? ¿Puedes luchar contra él y derribarlo con tus fuerzas físicas? ¿No? Quizás podrías intentar un diálogo amable.

“Ahora, he aquí al cocodrilo, que te está amenazando. ¿Cómo lo manejarás? Esta criatura tiene un corazón de piedra. No tiene noción de misericordia”. Ésta fue más que una simple enseñanza sobre el reino animal. Por el contrario, Dios estaba diciéndole a Job, algo sobre los “monstruos” de la vida. Le estaba mostrando a su siervo que estas dos criaturas asombrosas, feroces y poderosas, representaban los monstruosos problemas atacando la vida de Job.

“Considera al hipopótamo. El atropella todo cuanto esté en su camino. Simplemente, Job, él es un problema demasiado grande para que tú lo manejes. No eres rival para él, en lo absoluto. Nada puedes hacer para domesticarlo. Sólo Yo, el Señor, sé cómo detener a una criatura tan monstruosa.

“¿Y qué acerca del cocodrilo, Job? Ningún humano puede batallar contra tal criatura. Y nadie en su propia fuerza podrá desvestirlo de su gruesa armadura. Lo mismo es cierto de tu enemigo espiritual, el diablo. Sólo Yo puedo ganar la batalla contra él”.

¿Escucha usted lo que Dios está diciendo en este discurso? Él está hablando no tan sólo a Job, sino a todos los creyentes. Y está declarando: “Enfrenta la verdad sobre los monstruos en tu vida. No puedes con ellos. Yo soy el único que puede”.

Job respondió: “Mi Dios es Todopoderoso. Él puede hacerlo todo. Y ninguno de Sus propósitos podrá ser jamás frustrado. Sé que no puedo ir en contra del hipopótamo o del cocodrilo, pero eso no importa. Yo sé que Dios puede. Mi parte, simplemente es, pararme firme y ver la salvación del Señor” (ver Job 42:1-2).