ALGO PEOR QUE UNA CAIDA

Me senté en mi automóvil llorando, pensando que yo era un terrible fracaso. Había sido expulsado sin contemplaciones de un tribunal después de que pensé que estaba siendo guiado por Dios para testificar a siete asesinos adolescentes. Me estremezco al pensar de cuánta bendición me habría perdido si me hubiera rendido en esa hora oscura. Cuán alegre estoy hoy en día de que Dios me enseñó a enfrentar mi fracaso y pasar a los siguientes pasos que Él tenía para mí.

Conozco a dos destacados hombres de Dios, quienes habían ministrado a miles de personas, que cayeron en el pecado que David cometió con Betsabé. Un ministro decidió que no podía seguir y hoy en día bebe y maldice al Cristo del que alguna vez predicó. El otro hombre se arrepintió y volvió a empezar. Ahora dirige un programa de misiones internacionales que llega a miles para Cristo. Su fracaso ha quedado atrás y él sigue avanzando.

En mi trabajo con adictos e incorregibles, he observado que la mayoría de los que vuelven a sus viejos hábitos se vuelven más fuertes que todos los demás cuando se enfrentan a sus fracasos y vuelven al Señor. Ellos son especialmente consientes del poder de Satanás y rechazan toda confianza en la carne.

Cuando Adán pecó, trató de esconderse de Dios. Cuando Jonás se negó a predicar a Nínive, su miedo lo llevó al océano para huir de la presencia del Señor. Cuando Pedro negó a Cristo, tenía miedo de enfrentarse a Él.

Dios me ha mostrado una verdad que me ha ayudado muchas veces: Algo mucho peor que el fracaso es el miedo que le acompaña. Adán, Jonás y Pedro se alejaron de Dios, no porque habían perdido su amor por Él, sino porque tenían miedo de que Él estuviera demasiado enojado con ellos para entenderlos. Satanás utiliza tal temor para que la gente piense no tiene caso intentarlo.

Si David se hubiera resignado al fracaso, quizás nunca hubiésemos oído hablar de él de nuevo. Sin embargo, el corrió a la casa de Dios, se asió de los cuernos del altar, encontró el perdón y la paz, y volvió a su mejor momento. ¡Y lo mismo puede ser cierto para ti!