UN EJEMPLO DEL PROPÓSITO DE DIOS EN NUESTRO RECOJO DE DESPOJOS
Mientras David y su ejército estaban fuera, los amalecitas atacaron su aldea en Siclag. Estos invasores merodeadores se llevaron a todas las mujeres y niños quemaron toda la aldea. Cuando David retornó, él “se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo…mas David se fortaleció en Jehová su Dios” (1 Samuel 30:6).
¡Hablando de guerra espiritual! Esto no era un simple ataque contra David. Era un asalto pleno contra el propósito eterno de Dios. Una vez más, el diablo estaba detrás de la simiente de Dios.
Este es el enfoque de la guerra espiritual: El enemigo ha estado siempre determinado a destruir la simiente de Cristo. Y ese hecho no ha cambiado aun 2000 años después de la Cruz. Satanás insiste en destruir la simiente de Dios, y él lo hace, atacándonos a nosotros, la simiente de Cristo. David se sintió amenazado al oír la queja de sus hombres. Pero David sabía que su corazón era justo para con Dios, y la Escritura dice que él cobró ánimo en el Señor. Inmediatamente, este hombre de fe partió para perseguir a los amalecitas. Y rápidamente los alcanzó, rescatando así, a toda persona y toda posesión que había sido llevada (ver 1 Samuel 30:19-20). David no sólo recuperó lo que le fue quitado en Siclag sino todo lo que los amalecitas hubieron saqueado.
¿Qué hizo David con todos estos despojos de guerra? Los usó para cumplir el propósito de Dios. Además, envió regalos del botín a los ancianos de Judá y a las aldeas en las que él y sus hombres se habían escondido (ver 1 Samuel 30:26,31). Éste es otro ejemplo del propósito de Dios en nuestra guerra espiritual. Debemos tomar el botín de la batalla no sólo para nosotros mismos, sino para el cuerpo de Cristo. Los recursos que ganamos son dados para traer bendición a otros.
El ejército sirio sitió la ciudad de Samaria durante una hambruna. Los sirios simplemente acamparon fuera de la ciudad, esperando que los samaritanos se mueran de hambre. Dentro de los muros de la ciudad, las condiciones se tornaron tan malas que una cabeza de asno se vendía por ocho piezas de plata. La situación se volvió tan desesperante que las mujeres ofrecían a sus hijos para ser puestos en la olla para ser comidos. Era una locura desenfrenada. (ver 2 Reyes 6).
Cuatro leprosos que vivían fuera de los muros de la ciudad decían entre ellos: “¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos?...Vamos, pues, ahora, y pasemos al campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos” (2 Reyes 7:3-4). Así se embarcaron hacia el campamento sirio.
Cuando llegaron, todo estaba mortalmente quieto. No se veía ni una sola alma. Así que revisaron cada tienda, pero ya no había nada. La Escritura explica: “Porque Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de gran ejército; y se dijeron unos a otros: He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros. Y así se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos…y el campamento como estaba; y habían huido para salvar sus vidas” (2 Reyes 7:6-7).
Cuando los leprosos se dieron cuenta de esto, recorrieron todo el campamento comiendo y bebiendo para luego volver a la ciudad y gritar: “Vengan con nosotros. No lo van a creer, pero los sirios han huido de sus campos” (ver 7:10). El Señor volteó completamente la situación. Tomó el botín de la guerra y lo usó para restaurar y refrescar a su pueblo, manteniendo así, su causa en la Tierra.
¿Ve usted el cuadro? ¿Está comenzando a entender la razón de su batalla presente? A aquéllos que ponen su confianza en el Señor, se les ha prometido una victoria gloriosa sobre todo el poder del enemigo. Dios quiere que usted sepa: “Sí, tú saldrás victorioso. Pero te voy a hacer más que un vencedor. Estoy desarrollando un mayor propósito en ti, para mi reino. Saldrás de esta batalla con más despojos de los que puedas llevar”.