HÁBLANOS COSAS HALAGÜEÑAS

Un hombre escribió lo siguiente a nuestro ministerio: “No sé quién me puso en su lista de correos, pero por favor borren mi nombre inmediatamente. No puedo soportar su evangelio triste y la dureza contra el pecado. Nadie es perfecto, ni siquiera usted. Ya he tenido suficiente con su evangelio que condena.”

Isaías habló sobre esta clase de respuesta: “Este pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la ley de Jehová; que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras; dejad el camino…” (Isaías 30:9-10).

La palabra “halagüeña” en este versículo significa “suave, halagadora”. En pocas palabras Israel estaba diciendo: “No nos digas más cosas desagradables. Dinos cómo vamos a prosperar, cuantas cosas buenas están por ocurrir. Si no, quítate de delante de nosotros.”

Ningún creyente que esconde pecado en su corazón quiere escuchar una palabra santa y que exponga el pecado. Esa persona siempre huirá de la voz de verdad del Espíritu Santo. Y dirigirá su atención a algún predicador que es blando con el pecado, que ofrece predicaciones suaves y profecías halagadoras.

Así que te preguntarás: “¿Qué mensaje fuerte entregó la voz de Dios a su pueblo en el Monte Sinaí?” Él simplemente dijo esto: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí. No harás para ti escultura…no te inclinarás a ellas ni las servirás…” (Deuteronomio 5:6-9).

Aquí estaba la Palabra del Señor pura, no adulterada, saliendo directamente de Su boca. Esta palabra debió haber hecho que el pueblo corriera a sus tiendas y destruyera sus ídolos. Debería haber conmovido sus corazones haciéndolos caer de rodillas. Pero en vez de eso ellos dijeron: “Ya no más truenos, fuego y temblores. No más voz audible que nos hable. Dános un portavoz como nosotros, y que él nos hable. Entonces oiremos y obedeceremos.”