LLAMADOS A ESTAR EN COMUNION

El apóstol Pablo escribió: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.” (1 Corintios 1:9).

Este sencillo versículo nos expone una verdad que nos puede sostener ante toda tormenta que acontezca en nuestra vida. Aquí se encuentra una simple verdad que puede mantener a nuestros corazones en reposo cuando todas las cosas a nuestro alrededor son agitadas. Aquí, descubrimos aquella Palabra de Dios que puede guardarnos del temor que hoy en día afecta a todo el mundo.

Esta verdad es: nosotros aprendemos sobre la fidelidad de Dios al responder a su llamado a estar en comunión con Su Hijo, Jesucristo, “llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo,nuestro Señor.” ( 1:9).

Nosotros no hemos sido llamados a confiar en nuestro propio intelecto. No hemos sido llamados a confiar en nuestra carne, o en los hombres, o en nada que pertenezca a este mundo. Jesús nos llama, “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mateo11:28).

Dios mismo es nuestra paz, nuestra seguridad y contentamiento. Yo he experimentado un gran contenamiento cuando por fe veo a mi Señor en la gloria -amándome, llamándome a su dulce presencia, diciéndome que en Él todo es suficiente. Yo no tengo qué suplicar, rogar, o tener temor. Entre más busque a Jesús en todas las cosas, más sabré cuánto Él se complace, pues sin fe es imposible agradarle.

Tristemente, muchos que aman verdaderamente a Dios en tiempos de crisis se apanican, se preocupan y se inquietan. Pasan tiempo tratando de buscar salidas a sus problemas o maneras para soportar su tribulación. Ellos no prestan atención a Su llamado a “venir y cenar” con Él. No estoy hablando de pasar una hora cada día en oración. Estoy hablando de centrarnos en Él durante todo el día, “Orad sin cesar” (1 Tesaloniceses 5:17). Esto es sencillo, una conversación en silencio - simplemente hablando con Él, llegando a familiarizarnos más con Él, para que en momento de crisis no tengamos que correr consternados a nuestro closet de oración y gemir por ayuda a un extraño.

Él escucha nuestro clamor, fuerte o silencioso. Y Él, en su fidelidad, siempre nos contesta.