LLAMADOS DESDE ANTES DE LA CREACIÖN

El apóstol Pablo dice que Dios “El nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9).

Cada persona que está “en Cristo” es llamada por el Señor. Y todos tenemos el mismo mandato: escuchar la voz de Dios, proclamar su Palabra, nunca temer a los hombres, y confiar en Dios cuando enfrentamos cualquier prueba concebible.

Verdaderamente, Dios hizo esta promesa al profeta Jeremías cuando él lo llamó (ver Jeremías 1:1-10). Como Jeremías, nosotros no necesitamos tener un mensaje preparado para hablarle al mundo. El ha prometido llenar nuestras bocas con su Palabra, en el momento exacto que sea necesario. Pero eso sucederá sólo si confiamos en él.

Pablo nos dice que muchos son designados como predicadores, maestros y apóstoles, y que todos van a sufrir por esa razón. El se contaba entre ellos: “De este evangelio yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles, por lo cual asimismo padezco esto (2 Timoteo 1:11-12). El estaba diciendo, “Dios me ha dado un trabajo santo para hacer. Y por que tengo ese llamado, voy a sufrir.”

Las escrituras muestran que Pablo fue probado como pocos ministros lo han sido. Satanás trató de matarlo una y otra vez. La multitud que decía llamarse religiosa lo rechazó y ridiculizó. A veces también aquellos que lo respaldaron, lo dejaron abusado y abandonado.

Pero Pablo nunca estuvo confundido delante de los hombres. El nunca desmayó ni fue avergonzado ante el mundo. Y Pablo tampoco se abatió. En cada ocasión, él tenía una palabra ungida para hablar de parte de Dios, cada vez que fuese necesario.

El hecho es que, Pablo simplemente no podía ser sacudido. El nunca perdió su confianza en el Señor. En lugar de eso, él testificó, “Por que yo se a quién he creído y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquél día” (2 Timoteo 1:12). El está diciendo, “Yo he comprometido mi vida totalmente a la fidelidad de Dios. Ya sea que yo viva o que muera, soy de él.” Y él animó a Timoteo su joven encargado a hacer lo mismo: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y el amor que es en Cristo Jesús” (1:13).