CONSOLADOS POR DIOS

“En Jerusalén tomaréis consuelo” (Isaías 66:13).

¡Qué tal profecía! Este versículo habla del consuelo en la Iglesia, de cada miembro del cuerpo de Cristo amándose y nutriéndose el uno al otro. Es un cuadro del pueblo de Dios consolando las heridas los unos de los otros y participando de sus sufrimientos.
Esta imagen se ve confirmada por Pablo en el Nuevo Testamento: "Bendito sea el…Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios" (2 Corintios 1:3-4, la cursiva es mía).
Ten en cuenta que aquí no se dice nada de la liberación de la batalla. Sólo se nos dice que el Espíritu Santo nos da la consolación para soportar y permanecer firmes en nuestra prueba: "consuela…en tribulación".
Esta consolación, provista por el Espíritu en medio de nuestros problemas, no es simplemente un aligeramiento temporal de la carga. No es un suspiro de alivio, un cierre de pensamientos o temores inquietantes. Más bien, es la consolación que viene a nosotros en nuestros problemas; y es sobrenatural. Es una obra milagrosa, una sanidad de la mente, del alma y del espíritu enviada desde el cielo. Tal consolación es el ministerio exclusivo del Espíritu Santo, y se lleva a cabo por fe, a medida que confiamos en Su amor para con nosotros.
Amado santo, te pregunto: ¿Qué es lo que tienes para dar a los otros que están en problemas? ¿Qué ha hecho el Espíritu Santo en ti que puedas traer sanidad a tus amigos y familiares heridos?
No es una cuestión de medios o de caridad. Las palabras amables de simpatía no son suficientes. Una canasta de comestibles no es toda la respuesta. Todas estas cosas son buenas y escriturales, pero ninguna de ellas en sí mismas son capaces de sanar corazones.
“Para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Corintios 1:4).
El Espíritu Santo promete un milagro creativo.