ÉL RESTITUIRÁ SUS AÑOS DESPERDICIADOS

“Yo os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros” (Joel 2:25).

¿Cuántos años usted desperdició antes de arrepentirse y rendirle todo a Jesús? ¿Cuántos años se comió el gusano del pecado y la rebelión?

Usted sabe que ha sido perdonado y su pecado pasado ha sido olvidado porque está bajo la sangre de Jesús, pero ¿no le encantaría tener de vuelta esos años y vivirlos para la gloria del Señor?

“¡Yo podría haber estado mucho más profundamente en Cristo! ¡Yo podría haberle dado tanta alegría a su corazón! Podría no haber causado tanta pena y sufrimiento a mi familia. ¡Cuán ciego estaba: cuán dominado por el diablo! Cuán cerca estuve de perder mi alma y mi cordura. Nunca podré recuperar esos años desperdiciados.” ¿Cuántas veces se ha preguntado esto?

En sus días finales Pablo miró a su vida y testificó, “He peleado la buena batalla, he guardado la fe. Ahora una corona de justicia me está reservada” (ver 2 Timoteo 4:7-8).

Pablo dice, “Olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14). En otras palabras, “¡Olvida tu pasado y continúa en Jesús!”

¡La manera favorita de Satanás de molestarlo es asustándolo al hacerle recuerdo de su pasado, sacándole los esqueletos que usted ya había guardado! Él tratará de persuadirlo a usted que una adicción o una lujuria antigua se levantará en su corazón y lo llevará de vuelta a su antigua vida. O usted podría sucumbir al orgullo, pensando que nunca podrá fallar – ¡pero entonces por cierto usted será un blanco para el enemigo!

Puede que usted sienta las punzadas del remordimiento toda su vida. Y sí, los recuerdos lo mantendrán humilde. Pero a los ojos de Dios, su pasado es un tema muerto. En lo que concierne a la condenación y la culpa, Dios dice, “Olvida el pasado. ¡Continúa hacia adelante, hacia lo que te he prometido!”

Vemos un cuadro de restauración en el Nuevo Testamento, cuando Jesús sanó al hombre que tenía la mano seca. “Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Él la extendió y le fue restaurada sana como la otra” (Mateo 12:13). Vea usted, cuando Jesús lo restaura, él también sana las heridas.

Amados, tome esas heridas antiguas – las preocupaciones, los lamentos de los años desperdiciados – y deje que Dios le restaure a usted los mismos años que le fueron quitados. ¡Entonces prosiga hacia el premio del supremo llamamiento en él!