¡NADA MÁS QUE CRISTO!

¿Qué es lo que más quiere nuestro Señor de aquellos que confiesan ser devotos a él? ¿Qué será lo que lo complace y bendice? ¿Será que construyamos más iglesias? ¿Más Institutos Bíblicos? ¿Más albergues e instituciones para los que sufren? Todas estas cosas son buenas y necesarias, ¡pero aquel que no habita en edificios hechos por el hombre quiere mucho más que eso! Salomón creyó haber edificado un templo para Dios que perduraría para siempre, pero en unos cuantos años ya estaba en decadencia, y en menos de cuatrocientos años, estaba completamente destruido.

Lo que nuestro Señor desea más de su pueblo, de sus ministros y pastores es ¡tener comunión con él! ¡Ser uno con él y sentarse a su mesa celestial! ¡Un lugar donde tener intimidad y pasar tiempo juntos! ¡Que vengamos a él continuamente para recibir alimento, fortaleza, sabiduría y tener comunión!

Esta generación tiene una revelación limitada del Señor Jesús porque muchos están ausentes del banquete – el banquete de tener comunión con el Señor. ¡Sus asientos están vacíos! Pocos conocen la grandeza y majestuosidad de ese llamado tan alto en Cristo Jesús.

Nosotros equivocadamente recibimos nuestro gozo espiritual cuando servimos, en lugar de recibirlo al tener comunión. ¡Estamos haciendo más y más cosas por un Señor del cual conocemos menos y menos! Nos afanamos, nos agotamos, vamos a cualquier lugar en esta tierra, y nos entregamos a trabajar para él – ¡pero muy rara vez vamos al banquete! ¡Tomamos muy casualmente la mesa del Señor, sin estar seriamente deseosos de tomar nuestro asiento y aprender de él!

Pablo hace referencia a tres años que él pasó en el desierto de Arabia. Esos fueron tres años gloriosos, sentado en los lugares celestiales a la mesa del Señor. Fue allí donde Cristo le enseñó a Pablo todo lo que él llegó a conocer, y la sabiduría de Dios se manifestó en él. ¡El haberse convertido no fue suficiente para Pablo! ¡El haber tenido una visión sobrenatural de Cristo, el milagro de haber escuchado su voz desde los cielos no fue suficiente! ¡Él había captado una visión fugaz del Señor y quería más!

Algo dentro del alma de Pablo clamó, “¡Oh, que pudiese conocerlo!” No es de extrañarse que él pudiera decirle a todo el sistema Cristiano, “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado” (1 Corintios 2:2). Él estaba diciendo, “Que el Judaísmo de Jerusalén guarde sus legalismos. Que otros aleguen sus puntos doctrinales. Que los que buscan ser justificados por sus obras se agoten intentándolo. Pero yo, ¡yo quiero más de Cristo!