LA FUENTE DE NUESTRA FORTALEZA

El escritor de Hebreos elogia el testimonio de aquellos creyentes que fueron fortalecidos por la oración fiel: “Sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo…y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo” (Hebreos 10:32-34).
Piensa en ello: La gente que se describe aquí había perdido sus hogares, sus medios de subsistencia, todo. Y sin embargo, ellos podían testificar junto con su pastor, Pablo: “A pesar de todas las pruebas que se nos presentaban, el Señor estuvo a nuestro lado. Él venía todos los días para darnos toda la fuerza que necesitábamos para vencer”.
Amado, ¿has llegado a este punto? Confío en que puedas decir: “A pesar de todo, sé que Jesús me guardará en los tiempos difíciles. Y Él me dará todo lo que necesito porque Él es la fuente de mi fortaleza”.
Pablo aprendió este secreto de fortaleza en su conversión. Después de ser cegado en el camino a Damasco, pasó tres días ayunando y orando, decidido a experimentar la presencia real de este Señor que se le había revelado a él.
Fue entonces, cuando el Señor dirigió a un creyente llamado Ananías para ir y ministrar a Pablo. “Porque he aquí, él ora” (Hechos 9:11). La Escritura dice luego de Pablo: “[Él] mucho más se esforzaba” (9:22).
Vemos esta verdad ilustrada en una parábola que Jesús contó sobre el hombre que buscó el pan de su amigo a la medianoche. El hombre no tenía pan, pero sabía que su amigo tenía todo el pan que necesitaba. Así que siguió golpeando y golpeando la puerta hasta que su amigo se levantó, abrió la puerta y le dio pan.
Amado, ese amigo con el pan es Jesús. Él es más cercano que un hermano y Él nos proveerá de todo lo que necesitamos. Esto no sólo incluye alimento, ropa y refugio (ver Mateo 6), sino también ánimo, fortaleza y paz.