UNA COPA DE ESTREMECIMIENTO

El Señor nunca tuvo la intención de que su pueblo viva en pánico o temblando de miedo. Incluso en el Antiguo Testamento, el Señor tenía un pueblo que confiaba en sus promesas y que permanecía inalterable aun en medio del caos a su alrededor. Vemos esto en la vida del profeta Habacuc, un hombre a quien le fue dada una visión acerca de “el fin" (Habacuc 2:3).

Habacuc vio a un pueblo en los últimos días que quedaría exhausto por dedicarse a la avaricia y la codicia. De acuerdo con su visión, un espíritu terrible de terror prevalecería en aquel tiempo (Ver 1:9). Habacuc dijo de todo esto: “El cáliz de la mano derecha de Jehová vendrá hasta ti, y vómito de afrenta sobre tu gloria” (2:16).

Sabemos que un profeta siempre habla a su propia generación primero. Sin embargo, según el propio Habacuc, esta palabra profética es también para nuestra generación. Él nos dice: “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá” (2:3, itálicas añadidas). Habacuc estaba viendo una copa de estremecimiento: “Oí, y se conmovieron mis entrañas...y dentro de mí me estremecí” (3:16).

Aquí había un profeta santo que oraba, que por un tiempo estaba tan abrumado por los acontecimientos terribles que incluso se estremecía. Pero el Espíritu vino sobre Habacuc, causando que comience a profetizar: “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar” (3:17-19).

Dios quitó la copa de estremecimiento que estaba sobre su siervo Habacuc y Él hará lo mismo con todos sus fieles hoy.