EN SUEÑOS Y VISIONES

En naciones por todas partes, Cristo se está revelando a multitudes en sueños y visiones. Personas en naciones árabes, China e India están reportando sus experiencias con Jesús en sueños. Hasta aquí, en la ciudad de Nueva York está sucediendo.

Uno de nuestros hombres de seguridad, acá en la iglesia “Times Square”, fue alguna vez el sumo sacerdote, tercero en rango, de la adoración diabólica de la Santería. Su territorio era el Bronx y su apartamento estaba lleno de huesos humanos. Él se había vendido, cuerpo y alma a Satanás. Pero el corazón de este hombre fue conmovido por el Espíritu Santo y se puso inquieto. Una noche, él desafió a Jesús: “Si Tú eres más poderoso que el diablo al que yo sirvo, muéstramelo en sueños esta noche”.

Esa noche en un sueño, el hombre se vio a sí mismo en un tren rumbo al infierno. Pasaba por un túnel y al otro lado estaba Satanás. El diablo le dijo al hombre: “Tú me has sido fiel. Ahora te llevo a tu lugar de descanso eterno”. Entonces repentinamente, apareció una cruz. En ese momento, el hombre despertó.

¡Él salió de esta experiencia encendido por Jesús! Sacó cada indicio de maldad de su apartamento, dedicó su vida al Señor. Hoy, él es un dulce y devoto hombre de Dios, activo en nuestra iglesia. Lo detuve recientemente y le dije: “Veo a Jesús en ti”. Él contestó: “Hermano David, usted no sabe lo que esas palabras significan para mí después de veinticinco años sirviendo al diablo”. Su nueva vida milagrosa salió de ese sueño dado por Dios.

Querido santo, el día viene cuando el mundo entero verá a Jesús. El apóstol Juan vio “una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero” (Apocalipsis 7:9-10).

Este no es un pequeño remanente, sino una innumerable multitud y todos ellos están adorando al Señor. ¡Alabado sea Dios por ese día prometido!