ORACIONES RETRASADAS Y DENEGADAS
“Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Santiago 4:3).
Dios no responderá ninguna oración que aumente nuestra propia honra o que ayude a nuestras tentaciones. En primer lugar, Dios no responde a la oración de una persona que alberga la codicia en su corazón. Todas las respuestas dependen de eliminar de nuestros corazones el mal, la codicia, y los pecados que asedian.
“Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado.” (Salmo 66:18).
La prueba para saber si nuestra solicitud está basada en la codicia es muy simple: cómo manejamos los retrasos y negaciones es la clave. Las oraciones que se fundan en la codicia exigen respuestas apresuradas. Si el corazón codicioso no consigue lo deseado rápidamente, llora y grita, desfallece y desmaya, o estalla en un ataque de murmuración y queja, finalmente, acusando a Dios de sordera.
“¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso…” (Isaías 58:3).
El corazón codicioso no puede ver la gloria de Dios en las negaciones y demoras. Sin embargo, ¿Acaso Dios no recibió más gloria al negar la oración de Cristo de salvar Su vida, si fuese posible, de la muerte? Me estremezco al pensar en dónde estaríamos hoy si Dios no hubiese negado esa solicitud.
Dios, en su justicia, está obligado a retrasar o negar nuestras oraciones hasta que se elimine todo egoísmo y codicia.
¿Podría haber una razón simple de por qué la mayoría de nuestras oraciones son estorbadas? ¿Podría ser el resultado de nuestro actual coqueteo con una codicia o un pecado asediante? ¿Nos hemos olvidado de que sólo los que tienen las manos limpias y corazones puros pueden poner sus pies en el monte de Su santidad? Sólo una renuncia total a un pecado favorito abrirá las puertas del cielo de par en par y desatascará las bendiciones.
En lugar de ceder, corremos de consejero a consejero, tratando de encontrar ayuda para hacer frente a la desesperación, el vacío, y la inquietud. Sin embargo, todo es en vano porque el pecado y la codicia aun no han sido sacados. El pecado es la raíz de todos nuestros problemas. La paz viene solamente cuando nos rendimos y abandonamos todo pecado secreto.
Dios no responderá ninguna oración que aumente nuestra propia honra o que ayude a nuestras tentaciones. En primer lugar, Dios no responde a la oración de una persona que alberga la codicia en su corazón. Todas las respuestas dependen de eliminar de nuestros corazones el mal, la codicia, y los pecados que asedian.
“Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado.” (Salmo 66:18).
La prueba para saber si nuestra solicitud está basada en la codicia es muy simple: cómo manejamos los retrasos y negaciones es la clave. Las oraciones que se fundan en la codicia exigen respuestas apresuradas. Si el corazón codicioso no consigue lo deseado rápidamente, llora y grita, desfallece y desmaya, o estalla en un ataque de murmuración y queja, finalmente, acusando a Dios de sordera.
“¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso…” (Isaías 58:3).
El corazón codicioso no puede ver la gloria de Dios en las negaciones y demoras. Sin embargo, ¿Acaso Dios no recibió más gloria al negar la oración de Cristo de salvar Su vida, si fuese posible, de la muerte? Me estremezco al pensar en dónde estaríamos hoy si Dios no hubiese negado esa solicitud.
Dios, en su justicia, está obligado a retrasar o negar nuestras oraciones hasta que se elimine todo egoísmo y codicia.
¿Podría haber una razón simple de por qué la mayoría de nuestras oraciones son estorbadas? ¿Podría ser el resultado de nuestro actual coqueteo con una codicia o un pecado asediante? ¿Nos hemos olvidado de que sólo los que tienen las manos limpias y corazones puros pueden poner sus pies en el monte de Su santidad? Sólo una renuncia total a un pecado favorito abrirá las puertas del cielo de par en par y desatascará las bendiciones.
En lugar de ceder, corremos de consejero a consejero, tratando de encontrar ayuda para hacer frente a la desesperación, el vacío, y la inquietud. Sin embargo, todo es en vano porque el pecado y la codicia aun no han sido sacados. El pecado es la raíz de todos nuestros problemas. La paz viene solamente cuando nos rendimos y abandonamos todo pecado secreto.