EL LLAMADO DE CRISTO A LA IGLESIA DE LAODICEA
Para la última iglesia, la iglesia de Laodicea, el Señor dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” (Apocalipsis 3:20).
Esa es la última llamada de Cristo a la iglesia. Vendrá un espíritu de tibieza y multitudes se enfriarán. Pero Él está diciendo a Su pueblo: “Yo estoy pidiendo que me oigas. Abre. Déjame entrar en tu aposento secreto. Déjame hablar contigo y tú conmigo. Tengamos comunión. Así es como te guardaré de la hora de tentación que viene sobre todo el mundo.”
Juan, en su revelación, habla de un día cuando el corazón de nuestro Señor no estará solo nunca más. “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido…y él (Dios) morará con ellos…y [Dios] dijo…al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.” (Apocalipsis 21:2-6).
Esto significa comunicación libre y plena sin pared intermedia de separación; sin gafas oscuras, sin conocimiento parcial, ¡sino conversación cara a cara! Pensemos cuán glorioso será pasar la eternidad alabando a nuestro Señor, inclinándose a sus pies. Pero ¿alguna vez has tratado de darte cuenta lo que esa gran bienvenida significará para nuestro Salvador? Todos sus hijos en casa, con la libertad de compartir Su mismísima presencia. Él hará que todos nosotros nos sentemos, y de su interior correrán ríos de verdad gloriosa. Como lo hizo en el camino de Emaús, nuestro Redentor comenzará desde Moisés y nos llevará a través de todos los profetas. Compartirá los secretos del universo, revelará cada plan y cada nube de oscuridad se disipará. ¡Cristo compartirá por toda la eternidad!
Creo que el verdadero gozo del cielo no es sólo nuestro, sino Suyo. Nuestra mayor alegría en el cielo será ver Su alegría cuando Él nos hable libremente, cara a cara. Veremos a Cristo colmado, sus necesidades plenamente satisfechas.
Esa es la última llamada de Cristo a la iglesia. Vendrá un espíritu de tibieza y multitudes se enfriarán. Pero Él está diciendo a Su pueblo: “Yo estoy pidiendo que me oigas. Abre. Déjame entrar en tu aposento secreto. Déjame hablar contigo y tú conmigo. Tengamos comunión. Así es como te guardaré de la hora de tentación que viene sobre todo el mundo.”
Juan, en su revelación, habla de un día cuando el corazón de nuestro Señor no estará solo nunca más. “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido…y él (Dios) morará con ellos…y [Dios] dijo…al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.” (Apocalipsis 21:2-6).
Esto significa comunicación libre y plena sin pared intermedia de separación; sin gafas oscuras, sin conocimiento parcial, ¡sino conversación cara a cara! Pensemos cuán glorioso será pasar la eternidad alabando a nuestro Señor, inclinándose a sus pies. Pero ¿alguna vez has tratado de darte cuenta lo que esa gran bienvenida significará para nuestro Salvador? Todos sus hijos en casa, con la libertad de compartir Su mismísima presencia. Él hará que todos nosotros nos sentemos, y de su interior correrán ríos de verdad gloriosa. Como lo hizo en el camino de Emaús, nuestro Redentor comenzará desde Moisés y nos llevará a través de todos los profetas. Compartirá los secretos del universo, revelará cada plan y cada nube de oscuridad se disipará. ¡Cristo compartirá por toda la eternidad!
Creo que el verdadero gozo del cielo no es sólo nuestro, sino Suyo. Nuestra mayor alegría en el cielo será ver Su alegría cuando Él nos hable libremente, cara a cara. Veremos a Cristo colmado, sus necesidades plenamente satisfechas.