ALBOROTADORES DE ISRAEL
¿Quiénes son los verdaderos alborotadores en la casa de Dios hoy? No es la “compañía de Elías”, que gime y llora por las abominaciones de la iglesia; tampoco son aquéllos que exponen el pecado y testifican contra las obras malvadas de los líderes religiosos y de los reposados en Sion. Por el contrario, toda división es causada por la transigencia. Todo problema en la casa de Dios es el resultado de la apostasía y el abandono de los mandamientos del Señor. “Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa” (Santiago 3:16).
Pablo les rogó a los hermanos “…que os fijéis en los que causan divisiones...y que os apartéis de ellos” (Romanos 16:17). Pero, ¿quiénes eran estos que “…causan…tropiezos en contra de la doctrina”? Eran nada menos que un grupo de apóstatas egocéntricos que “…sirven…a sus propios vientres” (versículo 18). Esto demuestra que la división es causada por el abastecimiento soberbio y arrogante de los intereses personales. Pablo dijo: “…con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos” (versículo 18). Los que son blandos con el pecado, que pasan por alto las malas acciones, mientras reclaman unidad, son los verdaderos causantes de división. El verdadero cuerpo de Cristo nunca ha sido ni será dividido. Aquéllos unidos en santidad con Cristo ya están unidos entre sí. ¡El pecado es el que divide!
Pablo y Silas fueron llevados ante los magistrados de la ciudad de Filipos, después de haber sido acusados, diciendo que “alborotan nuestra ciudad” (Hechos 16:20). Fueron golpeados y echados en la cárcel como resultado de los alborotos que habían causado. ¿De qué se trataba este gran alboroto? Pablo y Silas habían echado un espíritu de adivinación de una muchacha “la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando...Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas” (Hechos 16:16 y 19).
Cuando el interés personal es amenazado de alguna manera, se eleva el grito: “¡Alborotadores! ¡División! ¡Amenaza a la unidad!”. Pablo y Silas habían descubierto una estafa religiosa, un engaño demoniaco bajo el disfraz de la religión. Era una artimaña muy rentable para unos cuantos que sabían cómo manipular a las masas sin discernimiento. ¿Qué fue lo que levantó el grito: “División”? Fue un avivamiento de limpieza. Los que acusaron a Pablo y Silas de causar disensión tenían motivos ocultos y rehusaron el llamado al arrepentimiento y a andar en santidad.
¡Dios, danos más alborotadores de Israel que no tengan temor de ponerse en pie contra la hipocresía religiosa y la desobediencia!
Pablo les rogó a los hermanos “…que os fijéis en los que causan divisiones...y que os apartéis de ellos” (Romanos 16:17). Pero, ¿quiénes eran estos que “…causan…tropiezos en contra de la doctrina”? Eran nada menos que un grupo de apóstatas egocéntricos que “…sirven…a sus propios vientres” (versículo 18). Esto demuestra que la división es causada por el abastecimiento soberbio y arrogante de los intereses personales. Pablo dijo: “…con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos” (versículo 18). Los que son blandos con el pecado, que pasan por alto las malas acciones, mientras reclaman unidad, son los verdaderos causantes de división. El verdadero cuerpo de Cristo nunca ha sido ni será dividido. Aquéllos unidos en santidad con Cristo ya están unidos entre sí. ¡El pecado es el que divide!
Pablo y Silas fueron llevados ante los magistrados de la ciudad de Filipos, después de haber sido acusados, diciendo que “alborotan nuestra ciudad” (Hechos 16:20). Fueron golpeados y echados en la cárcel como resultado de los alborotos que habían causado. ¿De qué se trataba este gran alboroto? Pablo y Silas habían echado un espíritu de adivinación de una muchacha “la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando...Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas” (Hechos 16:16 y 19).
Cuando el interés personal es amenazado de alguna manera, se eleva el grito: “¡Alborotadores! ¡División! ¡Amenaza a la unidad!”. Pablo y Silas habían descubierto una estafa religiosa, un engaño demoniaco bajo el disfraz de la religión. Era una artimaña muy rentable para unos cuantos que sabían cómo manipular a las masas sin discernimiento. ¿Qué fue lo que levantó el grito: “División”? Fue un avivamiento de limpieza. Los que acusaron a Pablo y Silas de causar disensión tenían motivos ocultos y rehusaron el llamado al arrepentimiento y a andar en santidad.
¡Dios, danos más alborotadores de Israel que no tengan temor de ponerse en pie contra la hipocresía religiosa y la desobediencia!