APTOS POR SU GRACIA by Gary Wilkerson
La gracia de Dios ha de cubrir todo lo que Él nos llama a hacer. Mira si estas palabras describen tu caminar con el Señor: cargado, estresado, agobiado, mentalmente agotado, fatigado. Estos son los resultados cada vez que redoblamos nuestros esfuerzos carnales para agradar a Dios. Son señales claras de que la ley, no la gracia de Dios, se encuentra en funcionamiento.
La libertad que Cristo ganó para nosotros en la cruz no es sólo buenas nuevas para los perdidos, lo es para todo creyente. Sin embargo, muchos siguen viviendo bajo una nube pensando que no es un hijo o una hija de calidad para Dios. Creen que Él los ama porque Él tiene que hacerlo. Los evangelios no dicen eso. Jesús llamó a los doce discípulos pecadores, defectuosos e imperfectos a Él porque Él quería su amistad: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15:15).
Jesús escogió compartir los deseos profundos del corazón del Padre con estos amigos. También ha hecho eso contigo cuando elegiste seguirle. Así que cuando vayas a Él en oración o entres en la iglesia, la actitud de Jesús no es: “¿Tú, otra vez?”. ¡Todo lo contrario! Él quiere estar contigo, sentarse junto a ti, ser tu amigo, porque Él está realmente complacido contigo.
Tú podrás pensar: “¿Cómo puede ser? Nada de lo que veo en mi vida podría ser agradable al Señor”. Es por eso que la Escritura nos dice: “…porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Romanos 10:4). Es imposible que alguien pueda vivir de acuerdo a la ley por mucho tiempo. Podemos seguir diciéndonos a nosotros mismos: "Mañana lo arreglaré. Sólo tengo que re-energizarme a mí mismo”, pero no podemos mantenernos. Finalmente somos vencidos por una carga imposible y llegamos al final de nosotros mismos. Jesús es el que nos espera al final de todos nuestros esfuerzos propios. Sólo en Él hallamos la verdadera libertad.
La libertad que Cristo ganó para nosotros en la cruz no es sólo buenas nuevas para los perdidos, lo es para todo creyente. Sin embargo, muchos siguen viviendo bajo una nube pensando que no es un hijo o una hija de calidad para Dios. Creen que Él los ama porque Él tiene que hacerlo. Los evangelios no dicen eso. Jesús llamó a los doce discípulos pecadores, defectuosos e imperfectos a Él porque Él quería su amistad: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15:15).
Jesús escogió compartir los deseos profundos del corazón del Padre con estos amigos. También ha hecho eso contigo cuando elegiste seguirle. Así que cuando vayas a Él en oración o entres en la iglesia, la actitud de Jesús no es: “¿Tú, otra vez?”. ¡Todo lo contrario! Él quiere estar contigo, sentarse junto a ti, ser tu amigo, porque Él está realmente complacido contigo.
Tú podrás pensar: “¿Cómo puede ser? Nada de lo que veo en mi vida podría ser agradable al Señor”. Es por eso que la Escritura nos dice: “…porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Romanos 10:4). Es imposible que alguien pueda vivir de acuerdo a la ley por mucho tiempo. Podemos seguir diciéndonos a nosotros mismos: "Mañana lo arreglaré. Sólo tengo que re-energizarme a mí mismo”, pero no podemos mantenernos. Finalmente somos vencidos por una carga imposible y llegamos al final de nosotros mismos. Jesús es el que nos espera al final de todos nuestros esfuerzos propios. Sólo en Él hallamos la verdadera libertad.