UN CRECIMIENTO EXPLOSIVO EN LA GRACIA
Nuestro crecimiento en la gracia puede ser explosivo cuando intentamos edificar a aquellos que nos mortifican.
“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios” (Efesios 4:29-30). La raíz griega de la palabra “edificación” que Pablo usa, significa “constructor de casas”. Esa palabra a la vez, viene de una raíz que significa “construir”. En corto, todo aquél que edifica, está construyendo la casa de Dios, la iglesia.
Pablo nos está diciendo tres cosas importantes sobre las palabras que hablamos:
1.Debemos usar nuestras palabras para edificar al pueblo de Dios
2.Debemos de usar nuestras palabras para ministrar gracia a otros.
3.Es posible entristecer al Espíritu santo con nuestras palabras.
Me siento profundamente conmovido mientras leo las historias de las vidas de los gigantes espirituales del pasado. Estos hombres y mujeres de Dios tenían su mente enfocada en el cielo- estudiosos de la Palabra de Dios, orando a menudo, y preocupados por crecer en gracia. Lo que más me impresiona sobre las vidas de estas personas, no es sólo su devoción a Cristo, o la intensidad de sus oraciones. Es también el fruto divino que estas cosas produjeron en ellos. Además, yo descubrí algo en común entre estos gigantes espirituales: su mayor inquietud era crecer en la gracia de un corazón puro, del cual una conversación santa pudiera fluir. “Por que de la abundancia del corazón habla la lengua” (Mateo 12:34).
Yo crezco en la gracia cuando elijo vivir para otros y no para mí mismo. Ese crecimiento en la gracia debe de comenzar en mi casa, mostrándole a mi conyugue y a mis hijos que me estoy pareciendo a Cristo, y que esto siempre va en aumento. Mi hogar debe de ser el campo de pruebas donde todos los problemas, todos los malos entendidos son vencidos por mi disposición “a renunciar a mis intentos de tener siempre la razón”.
El haber abandonado mi derecho a “tener la razón” me ha ayudado a disfrutar del poder de la gracia de Dios como nunca antes. Toda discusión, todos nuestros “derechos” se desvanecen cuando buscamos edificarnos el uno al otro en lugar de tratar de ganar una disputa tonta.
Crezcamos – en gracia.
“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios” (Efesios 4:29-30). La raíz griega de la palabra “edificación” que Pablo usa, significa “constructor de casas”. Esa palabra a la vez, viene de una raíz que significa “construir”. En corto, todo aquél que edifica, está construyendo la casa de Dios, la iglesia.
Pablo nos está diciendo tres cosas importantes sobre las palabras que hablamos:
1.Debemos usar nuestras palabras para edificar al pueblo de Dios
2.Debemos de usar nuestras palabras para ministrar gracia a otros.
3.Es posible entristecer al Espíritu santo con nuestras palabras.
Me siento profundamente conmovido mientras leo las historias de las vidas de los gigantes espirituales del pasado. Estos hombres y mujeres de Dios tenían su mente enfocada en el cielo- estudiosos de la Palabra de Dios, orando a menudo, y preocupados por crecer en gracia. Lo que más me impresiona sobre las vidas de estas personas, no es sólo su devoción a Cristo, o la intensidad de sus oraciones. Es también el fruto divino que estas cosas produjeron en ellos. Además, yo descubrí algo en común entre estos gigantes espirituales: su mayor inquietud era crecer en la gracia de un corazón puro, del cual una conversación santa pudiera fluir. “Por que de la abundancia del corazón habla la lengua” (Mateo 12:34).
Yo crezco en la gracia cuando elijo vivir para otros y no para mí mismo. Ese crecimiento en la gracia debe de comenzar en mi casa, mostrándole a mi conyugue y a mis hijos que me estoy pareciendo a Cristo, y que esto siempre va en aumento. Mi hogar debe de ser el campo de pruebas donde todos los problemas, todos los malos entendidos son vencidos por mi disposición “a renunciar a mis intentos de tener siempre la razón”.
El haber abandonado mi derecho a “tener la razón” me ha ayudado a disfrutar del poder de la gracia de Dios como nunca antes. Toda discusión, todos nuestros “derechos” se desvanecen cuando buscamos edificarnos el uno al otro en lugar de tratar de ganar una disputa tonta.
Crezcamos – en gracia.