“ABBA, PADRE”

El Espíritu Santo tiene una manera de simplificar nuestra relación con Dios el Padre y con Jesús. El es el que nos enseña a decir, “Abba, Padre.”

Esta frase se refiere a una costumbre oriental de los días de la Biblia, que tenía que ver con la adopción de un niño. Antes de que los papeles de adopción fuesen firmados y sellados por el padre adoptivo, el niño veía a este hombre sólo como un padre ajeno. El niño no tenía ningún derecho de llamarlo Abba, que significa “mi”.

Pero, tan pronto como los papeles eran firmados, registrados y sellados, el tutor del niño se lo entregaba al padre adoptivo, y por primera vez el niño podía decir “¡Abba Padre!” Mientras el padre lo abrazaba, el niño clamaba, “¡Mi padre! El ya no es tan sólo un padre. ¡El es mío!”

Este es el trabajo y ministerio del Espíritu Santo. El es nuestro tutor de Cristo. El nos presenta al Padre. Y continúa recordándonos, “Yo he sellado los papeles. Ya tú no eres un huérfano – ¡tú eres legalmente un hijo de Dios! Tú ahora tienes un Padre muy amoroso, rico, poderoso. Abrázalo – llámalo ‘mi Padre’. ¡Yo he venido a mostrarte cuán amado eres de él! ¡El te ha amado y te ha querido a ti!”

Nuestro clamor debería de ser lleno de suprema alegría y agradecimiento. El Espíritu en nosotros, literalmente clama, “Tú eres un heredero, y has heredado todo lo que Jesús ganó.”¡Y cuán grande herencia tienes, por que tu PADRE es el más rico de todo el universo! No te alejes con timidez de él, él no está enojado contigo. Deja de actuar como si fueses un huérfano que está en la miseria, y que le falta felicidad y victoria espiritual. ¡Tú no eres un abandonado – así que disfruta de él!

No solamente no estamos abandonados, sino también el Espíritu Santo está allí con nosotros durante los momentos de confusión y sufrimiento.
La misión del Espíritu Santo es consolar a la novia de Cristo mientras el novio está ausente. “Y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16). “Mas el Consolador, el Espíritu Santo” (v. 26).

Consolador significa “uno que alivia en tiempo de dolor o pena” – uno que calma el dolor y las penas, trae alivio, consuela y anima. Pero me gusta otra definición que viene del Griego: “Uno que prepara una cama tibia de protección para ti”. Durante las noches frías de tu alma, él te acuesta en la suave cama de su consuelo, calmándote con las caricias de su mano.

Al nombrar al Espíritu Santo como el Consolador, Jesús hizo una predicción infalible. El estaba prediciendo que su gente sufriría malestares, y necesitarían consuelo – por que habría mucho dolor y sufrimiento para su pueblo en los últimos días.

El Espíritu Santo trae consuelo al recordarle que él vive en usted con todo el poder de Dios inherente en su ser. Esa es la razón por la cual usted puede decir, “¡Mayor es aquél que está en mí que todos los poderes del mundo combinados – más grande que todos los poderes de los demonios!” Dios envió al Espíritu para mantenerlo a usted fuera de las garras de Satanás – para levantar su espíritu, disipar toda depresión e inundar su alma con el amor de su Señor.

“Sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; por que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:3, 5).