DEPRIMIDO Y DESALENTADO

Debilidad, quebrantamiento, problemas, inquietud, luto, todas estas cosas desalentaron el espíritu de David. Se sentía vacío, sin dirección, como si no hubiese aprendido nada a través de los años. “…y aun la luz de mis ojos me falta ya” (Salmo 38:10). David estaba diciendo, “He perdido mi entendimiento espiritual. ¡No puedo llegar a Dios como lo hacía antes!”

Entiendo cómo se sintió David. He dirigido cruzadas evangelísticas en las cuales miles han llegado a Cristo. He ayudado a conducir a multitud de drogadictos y alcohólicos hacia la liberación en Jesús. Mi vida ha estado repleta de muchas ricas bendiciones, pero a menudo, algunos días después de estos eventos, he sido agobiado por el desaliento y he acabado pensando: “Señor, ¡No he logrado nada para Ti!”

Esta es la obra del espíritu de desaliento que trae Satanás. ¡Nos hace un blanco para los poderes del infierno momentos después de nuestra victoria espiritual más grande!

Este abrumador espíritu demoníaco desalentó tanto a David que estaba mudo ante la presencia de Dios. Él dijo: “Mas yo, como si fuera sordo, no oigo; y soy como mudo que no abre la boca. Soy, pues, como un hombre que no oye, y en cuya boca no hay reprensiones.” (Salmo 38:13-14)

El significado de esta frase en hebreo es “un hombre que ya no tiene más respuestas ni argumentos.” David estaba diciendo: “Señor, estoy tan desalentado que ni siquiera puedo levantar mis manos a ti. No puedo orar, porque estoy muy confundido para hablar. Estoy agotado y vacío. No tengo nada que decir.”

David expresó el llanto universal del alma justa, que soporta un ataque de desaliento: “Pero yo estoy a punto de caer, Y mi dolor está delante de mí continuamente” (Salmo 38:17). La palabra hebrea para “caer” en este versículo significa “desfallecer.” David le estaba diciendo a Dios, “No lo lograré, Señor. ¡Estoy al final de mis fuerzas y a punto de desfallecer!”

Le podemos expresar a Dios todo lo que queramos acerca de nuestros sentimientos de fracaso, podemos contarle de nuestra desesperación por nuestros pecados y errores tontos, pero nunca debemos albergar el pensamiento de que Él nos ha abandonado.

David es nuestro ejemplo de una persona que se desalentó pero que mantuvo su fe. Aún en su punto más bajo, David no se permitió a si mismo sumirse en la incredulidad. Él proclamó, “Porque en ti, oh Jehová, he esperado; Tú responderás, Jehová Dios mío.”(Salmo 38:15).