PLENAMENTE CONVENCIDO

Abraham no dudó en su fe. En lugar de eso, él estaba “plenamente convencido de que todo lo que (Dios) había prometido, era también poderoso para hacerlo” (Romanos 4:21). Él reconoció que Dios era capaz de trabajar con la nada. Verdaderamente, nuestro Dios crea del vacío. Considere lo que nos dice Génesis: de la nada, Dios creó el mundo. Con tan sólo una palabra, él crea. Y de la nada él puede crear milagros para nosotros.

Cuando todo lo demás falla – cuando todos sus planes y sus esquemas se han agotado – este es el tiempo para que usted entregue todo a Dios. Este es el momento para que usted le dé al Señor su confianza de encontrar respuesta en cualquier otro lugar. Una vez que usted esté listo para creer, usted deberá de ver a Dios no como un alfarero que necesita barro, sino como un Creador que trabaja a partir de la nada. Y de la nada de lo que está hecho este mundo y sus recursos, Dios obrará de maneras y formas que usted nunca pudo haber concebido.

¿Cuán serio es el Señor respecto a su deseo de que le creamos a él cuando enfrentamos nuestras imposibilidades? Encontramos la respuesta a esta pregunta en la historia de Zacarías, el padre de Juan el Bautista. Zacarías fue visitado por un ángel, quien le dijo que su esposa Elisabet daría a luz a un niño especial. Pero Zacarías entrado en años al igual que Abraham, rehusó creerle. La sola promesa de Dios no fue suficiente para él.

Zacarías le respondió al ángel, “¿En qué conoceré esto?, porque yo soy viejo y mi mujer es de edad avanzada” (Lucas 1:18). En otras palabras, Zacarías consideró las imposibilidades y dijo, “Esto no es posible. Tienes que probarme cómo lo harás.” No le pareció que era algo razonable.

Las dudas de Zacarías no le agradaron al Señor. El ángel le respondió, “Ahora, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo, quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día que esto suceda” (1:20).

El mensaje es claro: Dios espera que le creamos cuando él habla. De igual manera, Pedro escribe: “De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador y hagan el bien” (1 Pedro 4:19, mis cursivas).