¿QUÉ ES EL VERDADERO AVIVAMIENTO?

No importa qué tipo de manifestaciones se vea en lo que hoy es llamado avivamiento. ¡No es un verdadero mover de Dios a menos que éste se encuentre enfocado en la cosecha! La lluvia del Espíritu Santo siempre cae para producir el rescate de almas perdidas.
Dios derramó su Espíritu en Pentecostés para suavizar y preparar la tierra para que la semilla del Evangelio fuera plantada. Creyentes llenos del Espíritu fueron enviados desde el Aposento Alto a todo el mundo para que hicieran discípulos de Jesucristo.
Después de casi dos mil años de sembrar y cultivar, ¡hoy es el tiempo de la cosecha! Todos los que murieron en Cristo hasta hoy, representan los primeros frutos de la cosecha temprana. El Señor ha estado pacientemente esperando Su cosecha final y poderosa.
“Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía” (Santiago 5:7).
“Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron” (Zacarías 12:10). Este pasaje habla de la lluvia tardía prometida que tiene que preceder a la cosecha final.
Muchos de los llamados ‘movimientos del Espíritu Santo’ han desaparecido rápidamente porque estaban centrados en el hombre: Enfocados en los dones, en la superación personal y en la felicidad individual; pero si un mover es verdaderamente del Espíritu, resultará en un hambre por alcanzar a las almas perdidas y moribundas en este mundo. De hecho, Jesús ligó la cosecha con las almas perdidas, cuando dijo: “Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:38).
Cualquier verdadero derramamiento del Espíritu Santo se enfocará en esta oración de Jesús. Los muy pocos avivamientos considerados genuinos, fueron todos bendecidos con grandes cosechas de almas. ¡No hay un verdadero avivamiento sin una gran cosecha de almas perdidas!