MARAVILLADOS POR SU AMOR

Debemos tomar en serio esta palabra de la parábola de Cristo: “Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné… ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?” (Mateo 18:32-33).

La pregunta para cada cristiano es esta: “¿Perdono a mis hermanos? ¿Soporto sus diferencias?” Si me niego a amarlos y a perdonarlos, como yo he sido perdonado, Jesús me llamará ‘siervo malvado’”.

No mal entiendas: Esto no significa que nosotros comprometamos a nuestros principios. Pablo predicó la gracia valientemente, pero instruyó a Timoteo: “Redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:2). Tenemos que ser guardianes valientes de la doctrina pura.

Pero nosotros no debemos usar la doctrina para levantar muros entre nosotros. Ese fue el pecado de los fariseos. La ley les decía: “Santificarás el sábado”. Pero el mandamiento en sí mismo no era suficiente para su carne. Ellos añadieron sus salvaguardas, múltiples reglas y regulaciones que permitían el mínimo movimiento físico posible durante el sábado. La ley también decía: “No tomarás el nombre de Dios en vano”. Pero los fariseos levantaron aún más muros, al decir: “No pronunciaremos el nombre de Dios. De esa forma, no podremos tomarlo en vano”.

¿Cuál fue la respuesta del rey a la ingratitud de su siervo en la parábola de Jesús? La escritura dice: “Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que debía” (Mateo 18:34). En griego, esto se traduce así: “Llevándolo hasta el fondo para ser atormentado”. No puedo dejar de pensar que Jesús está hablando aquí del infierno.

Por lo tanto, ¿qué nos dice esta parábola? ¿Cómo resume Cristo Su mensaje a Sus discípulos, Sus compañeros más cercanos? “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mateo 18:35).

Mientras leo esta parábola, tiemblo. Me hace querer caer sobre mi rostro y pedirle a Jesús un bautismo de amor hacia mis consiervos. Esta es mi oración y te insto a hacerla tuya también: 


“Dios, perdóname. Yo soy tan fácilmente provocado por otros y a menudo respondo en ira. Aun así, no sé dónde estaría mi propia vida sin Tu gracia y paciencia. Estoy maravillado por Tu amor. Por favor, ayúdame a entender y a aceptar completamente Tu amor por mí. Entonces podré ser paciente con mis hermanos, en Tu Espíritu de amor y misericordia”.