JESÚS ESTÁ LLAMANDO A LA PUERTA

“Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer” (Juan 8:44).

Cristo habló estas palabras ante una multitud religiosa que pensaba que era buena a los ojos de Dios. Ellos eran, por fuera, limpios y religiosos, pero por dentro estaban llenos de lujuria, sensualidad, fornicación y codicia.

Hay una enfermedad llamada “enfermedad del pecado”, que afecta a los hijos del diablo. Cuanto más profundo en el pecado cae una persona, más crítica se vuelve esta enfermedad. Llega a su punto máximo cuando, de pronto, el pecado pierde su placer, llegando a ser aburrido y frustrante.

La “enfermedad del pecado” llevó a un joven famoso, estrella de la televisión, al suicidio. El actor era protagonista de una serie de éxito y ganaba una fortuna. Acababa de firmar contratos para protagonizar películas y salía con una bella actriz. Tenía fama, fortuna y buena salud.

Pero luego su cuerpo sin vida fue hallado en un hotel barato “porno”. Al parecer, ninguno de los placeres del mundo le había satisfecho. Su vida se había vuelto vacía, sin sentido y el suicidio finalmente le puso fin a todo. Murió a consecuencia de la “enfermedad del pecado!

Si tú nunca le diste tu vida a Jesús, entonces hasta ahora el diablo ha tenido el control completo sobre ti. Él ha gobernado y reinado sobre tu vida. Pero quizás ahora, Satanás vea un cambio que viene sobre ti y él sabe que está perdiendo su poder sobre ti.

El pecado ha perdido repentinamente su sabor dulce para ti. Tú ya no vas a los lugares malos que antes frecuentabas y ya no estás tan ansioso de ir a fiestas. El dinero ya no te satisface, y tampoco lo hacen el sexo o las posesiones. Sientes un vacío que crece dentro de ti.

Y ahora estás aquí, leyendo este mensaje. Tal vez te has dispuesto a leer la Biblia. Nadie te está obligando a hacerlo, es algo dentro de ti que te está instando a tomarla.
Querido, ahora mismo Jesús está llamando a la puerta de tu corazón, y el diablo lo sabe. Y si hay algo que Satanás teme más que todo, ¡es que tú le abras la puerta a Cristo!