¿A QUIÉN CREEREMOS?
Un hombre cristiano con toda sinceridad me hizo la siguiente pregunta: “¿A quién creeremos? A través de los años he leído obras de ministros que estaban convencidos que el fin estaba cerca. No obstante, se han equivocado una y otra vez. Hoy me doy cuenta que algunos sólo estaban tratando de vender sus libros. Pero otros creían sinceramente que Dios les estaba diciendo que el fin estaba sobre nosotros. Así que, ¿a quién creeremos?”
A veces me he quebrantado completamente ante Dios acerca de estas cosas, clamando a él a toda voz: “Oh Señor, he estado predicando por años que el juicio está a las puertas. He escrito libros y he dado advertencias acerca de una crisis económica venidera y sin embargo, solo veo que sucede lo contrario. Veo como América prospera y sigue su camino alegremente. Nuestra nación está matando a más de cinco mil bebés a la semana. Estamos resbalando dentro de un foso de suciedad increíble y estamos sacándote de toda institución. ¿Hasta cuándo, Señor?”
Siento como si estuviera expresando el mismo clamor de frustración que Jeremías elevó ante Dios. Él pasó años profetizando fielmente eventos que no parecían cumplirse. Él clamó: “Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día.” (Jeremías 20:7-8).
Pero Jeremías no podía dejar de avisar al pueblo de Dios, aunque sus profecías no parecían tener fundamento, él seguía profetizando. Siento el mismo fuego que sintió Jeremías en mi alma. Y estoy más que convencido que nuestra nación será lanzada en una devastadora depresión económica. No importa cuán alto suba la bolsa de valores, no importa cuán increíblemente se recupere, América aún está al borde de una fuerte caída. ¡Dios ha puesto su rostro contra esta nación por su derramamiento de sangre y arrogancia contra Su nombre, y Su juicio vendrá!
Sin embargo, le doy gracias a Dios por todas las promesas que nos ha dado en Su palabra acerca de su protección y bendición para Su pueblo en medio y a través de todas las tormentas.
El pueblo de Dios que ora no tiene nada que temer, ni debemos preocuparnos ni inquietarnos. Nuestro Padre celestial tiene todo bajo control. A pesar de que veo que sus juicios vienen sobre esta nación, me regocijo porque sé lo que el Señor ha prometido en su palabra.
“El juzgará al mundo con justicia, Y a los pueblos con rectitud. Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia. En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron.” (Salmos 9:8-10)
A veces me he quebrantado completamente ante Dios acerca de estas cosas, clamando a él a toda voz: “Oh Señor, he estado predicando por años que el juicio está a las puertas. He escrito libros y he dado advertencias acerca de una crisis económica venidera y sin embargo, solo veo que sucede lo contrario. Veo como América prospera y sigue su camino alegremente. Nuestra nación está matando a más de cinco mil bebés a la semana. Estamos resbalando dentro de un foso de suciedad increíble y estamos sacándote de toda institución. ¿Hasta cuándo, Señor?”
Siento como si estuviera expresando el mismo clamor de frustración que Jeremías elevó ante Dios. Él pasó años profetizando fielmente eventos que no parecían cumplirse. Él clamó: “Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día.” (Jeremías 20:7-8).
Pero Jeremías no podía dejar de avisar al pueblo de Dios, aunque sus profecías no parecían tener fundamento, él seguía profetizando. Siento el mismo fuego que sintió Jeremías en mi alma. Y estoy más que convencido que nuestra nación será lanzada en una devastadora depresión económica. No importa cuán alto suba la bolsa de valores, no importa cuán increíblemente se recupere, América aún está al borde de una fuerte caída. ¡Dios ha puesto su rostro contra esta nación por su derramamiento de sangre y arrogancia contra Su nombre, y Su juicio vendrá!
Sin embargo, le doy gracias a Dios por todas las promesas que nos ha dado en Su palabra acerca de su protección y bendición para Su pueblo en medio y a través de todas las tormentas.
El pueblo de Dios que ora no tiene nada que temer, ni debemos preocuparnos ni inquietarnos. Nuestro Padre celestial tiene todo bajo control. A pesar de que veo que sus juicios vienen sobre esta nación, me regocijo porque sé lo que el Señor ha prometido en su palabra.
“El juzgará al mundo con justicia, Y a los pueblos con rectitud. Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia. En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron.” (Salmos 9:8-10)