ESTE POBRE CLAMÓ
En el primer verso del Salmo 51, leemos que David apela a las misericordias tiernas y perdonadoras de Dios: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones”.
David sabía qué hacer: “Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias” (Salmos 34:6). “Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias” (Salmos 34:17).
Amado, ésta es tu victoria sobre el pecado: La confianza absoluta de que no importa cuán doloroso haya sido tu pecado o tu caída, tú sirves a un Señor que está listo para perdonar, ansioso para sanar y posee más misericordia hacia ti que la que puedas necesitar.
El diablo viene a ti y te dice: “¡No! Si tú te sueltas tan fácilmente, caerás de vuelta al pecado”. Él te hará sentir miserable, indigno de levantar tus manos para alabar a Dios o aun de leer Su Palabra.
Pero, he aquí tu arma: Clama como David, con todo tu corazón. Anda a Dios y dile: “Señor, Tú me amas. Sé que estás listo para perdonarme. ¡Lo confieso!”.
En ese mismo instante, has arreglado cuentas con Dios. No tienes que pagar por tu pecado. Dios te ama tanto que dio a Su Hijo, quien ya pagó por ello. Un abogado misericordioso y amoroso anhela ayudarte y librarte: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1).
Mi pequeña nieta quería caminar encima de un muro bajo de concreto. Mientras la sostenía por detrás, ella trató de sacudirse de mi mano. La dejé ir y eventualmente se cayó (sin herirse). Cuando cayó, no la sermoneé diciendo: “Mira lo que has hecho ¡Ya no eres mía!”.
El Señor me dijo: “David, tú le das tanto amor a esta niña, pero no me permites a mí, amarte de la misma manera. Te llenas de orgullo por tus hijos, ¡pero no dejas que yo haga lo mismo en favor tuyo!”.
¡La Biblia dice que Dios se complace en Sus hijos!
David sabía qué hacer: “Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias” (Salmos 34:6). “Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias” (Salmos 34:17).
Amado, ésta es tu victoria sobre el pecado: La confianza absoluta de que no importa cuán doloroso haya sido tu pecado o tu caída, tú sirves a un Señor que está listo para perdonar, ansioso para sanar y posee más misericordia hacia ti que la que puedas necesitar.
El diablo viene a ti y te dice: “¡No! Si tú te sueltas tan fácilmente, caerás de vuelta al pecado”. Él te hará sentir miserable, indigno de levantar tus manos para alabar a Dios o aun de leer Su Palabra.
Pero, he aquí tu arma: Clama como David, con todo tu corazón. Anda a Dios y dile: “Señor, Tú me amas. Sé que estás listo para perdonarme. ¡Lo confieso!”.
En ese mismo instante, has arreglado cuentas con Dios. No tienes que pagar por tu pecado. Dios te ama tanto que dio a Su Hijo, quien ya pagó por ello. Un abogado misericordioso y amoroso anhela ayudarte y librarte: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1).
Mi pequeña nieta quería caminar encima de un muro bajo de concreto. Mientras la sostenía por detrás, ella trató de sacudirse de mi mano. La dejé ir y eventualmente se cayó (sin herirse). Cuando cayó, no la sermoneé diciendo: “Mira lo que has hecho ¡Ya no eres mía!”.
El Señor me dijo: “David, tú le das tanto amor a esta niña, pero no me permites a mí, amarte de la misma manera. Te llenas de orgullo por tus hijos, ¡pero no dejas que yo haga lo mismo en favor tuyo!”.
¡La Biblia dice que Dios se complace en Sus hijos!