EL TEMOR DEL SEÑOR

Solía decir: “No pases delante para ser salvo, sólo porque tienes miedo del infierno. Sólo ven con una fe simple”. Pero estaba equivocado. El apóstol Pablo dijo: “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres” (2 Corintios 5:11). Existe un temor santo que guía al arrepentimiento.
Es verdad que el infierno ha sido creado para el diablo y sus ángeles. También es cierto que los cristianos son salvos por gracia inmerecida y que dicha fe en Cristo es la seguridad del creyente.

Con la ayuda de Dios, yo, de una vez y para siempre, he dejado la carrera fatal de carnalidad y mundanalidad. ¡He abandonado la carrera de competencia! Ya no corro en las carreras motivadas por la carne, dirigidas al ego y agradables al hombre.

Quiero hacer más que sólo rendir mi atadura mental a las cosas, casa, carros, tierras y posesiones. Quiero tener el poder y la gracia para frenar mis apetitos, para hacer a un lado toda la basura, para vender lo que no necesito, para dejar de comprar y construir y de adquirir cosas innecesarias y enfocarme de tal manera en Cristo y en la eternidad, que las cosas de este mundo dejen de dominarme y que el materialismo ya no sea mi amo.

Amado, si este mensaje no te agrada, si te irrita y te fastidia aunque sea un poco, quizás debas hacer lo que yo he estado haciendo últimamente. Enciérrate con Dios, día tras día y pide al Espíritu Santo que encienda la santa linterna de búsqueda de Dios en tu alma. Sé totalmente honesto con Dios. Pronto descubrirás, como lo hice yo, cuánto tiempo has desperdiciado, cuántos deseos y gustos tontos te han paralizado y caerás sobre tu rostro delante de un Dios santo, confesando la frialdad y el vacío en tu corazón.

Si haces esto con un corazón honesto, comenzarás a agradecer a Dios por haber aguijoneado tu conciencia y por haberte movido a correr una carrera diferente.

Santos de Dios, muy pronto nuestro Señor vendrá de las nubes en gloria para llevarse a Su novia, una novia sin mancha ni arruga. Una novia purificada de codicia, orgullo y ambición humana.

¿Deberíamos gastar nuestras horas finales en la Tierra poniendo dinero en sacos rotos? ¡No, gracias! Yo sólo estoy de paso. Ya no quiero que más raíces me retengan. Gracias a Dios por las cosas buenas que me ha dado, mi familia, una linda casa, una movilidad moderna, pero ahora, cada día, preparo mi corazón para apartarse de todo ¡para poder ser abrazado por los brazos de mi Salvador!