BROADWAY EN HORA PUNTA
Mientras caminaba por Broadway durante la hora punta observaba las caras de las multitudes que pasaban, un pensamiento golpeó mi alma como un trueno: “Casi todas las personas que van pasando se irán al infierno”
Yo me doy cuenta que esto quizás suena duro o presuntuoso. Usted podría pensar: “Seguramente alguno de esos transeúntes conoce al Señor. Ciertamente muchos entre la gran multitud han visto o experimentado algún tipo de religión”
Con cada cuadra que caminaba, un pensamiento me impactaba una y otra vez: “Ellos están perdidos. ¡Ellos van a pasar la eternidad sin Jesús!” Finalmente, traté de consolarme con el pensamiento: “Pero nuestra iglesia ha visto miles de personas convertidas. La Iglesia Times Square es una de las congregaciones más grandes en la ciudad de Nueva York”
Pero aun, algo me angustiaba en el alma. Tuve que reconocer ante el Señor: “Oh, Padre, ya no tengo la carga que tuve una vez. ¡No lloro como lo hice cuando vine por primera vez a la ciudad de Nueva York!”
En 1958, Gwen y yo vivíamos en Philipsburg, Pennsylvania, un pueblo de alrededor de 1500 personas. En aquellos días, yo me adentraba en el bosque cerca de nuestro hogar y lloraba por horas por las almas de Nueva York. Yo tenía un Chevrolet verde pequeño, y cada semana mientras conducía a la ciudad para ministrar, lloraba durante todo el trayecto de 3 horas de viaje.
Hoy en día, predico en uno de los teatros más hermosos en el mundo, el histórico Teatro Mark Hellinger. Sin embargo, me pregunto cuántos en nuestra congregación, y cuántos de los que leen esto, se sienten de la manera que yo me sentía caminando por Broadway. Tuve que parar y preguntarme: “¿Cuánto tiempo ha pasado desde que lloraste por los perdidos? ¿Todavía tienes la carga del Señor para alcanzarlos con el evangelio?”
¿Es usted capaz de trabajar al lado de sus colegas, saludar a sus vecinos, conversar con los miembros de su familia que aún no son salvos y nunca preocuparse por sus almas? ¿Ocupa su mente simplemente con sobrevivir, y proveer para su familia? ¿Ya no siente mas esa carga de testificar, alcanzar al mundo perdido y agonizante?
“Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” (Salmos 126:5-6)
Yo me doy cuenta que esto quizás suena duro o presuntuoso. Usted podría pensar: “Seguramente alguno de esos transeúntes conoce al Señor. Ciertamente muchos entre la gran multitud han visto o experimentado algún tipo de religión”
Con cada cuadra que caminaba, un pensamiento me impactaba una y otra vez: “Ellos están perdidos. ¡Ellos van a pasar la eternidad sin Jesús!” Finalmente, traté de consolarme con el pensamiento: “Pero nuestra iglesia ha visto miles de personas convertidas. La Iglesia Times Square es una de las congregaciones más grandes en la ciudad de Nueva York”
Pero aun, algo me angustiaba en el alma. Tuve que reconocer ante el Señor: “Oh, Padre, ya no tengo la carga que tuve una vez. ¡No lloro como lo hice cuando vine por primera vez a la ciudad de Nueva York!”
En 1958, Gwen y yo vivíamos en Philipsburg, Pennsylvania, un pueblo de alrededor de 1500 personas. En aquellos días, yo me adentraba en el bosque cerca de nuestro hogar y lloraba por horas por las almas de Nueva York. Yo tenía un Chevrolet verde pequeño, y cada semana mientras conducía a la ciudad para ministrar, lloraba durante todo el trayecto de 3 horas de viaje.
Hoy en día, predico en uno de los teatros más hermosos en el mundo, el histórico Teatro Mark Hellinger. Sin embargo, me pregunto cuántos en nuestra congregación, y cuántos de los que leen esto, se sienten de la manera que yo me sentía caminando por Broadway. Tuve que parar y preguntarme: “¿Cuánto tiempo ha pasado desde que lloraste por los perdidos? ¿Todavía tienes la carga del Señor para alcanzarlos con el evangelio?”
¿Es usted capaz de trabajar al lado de sus colegas, saludar a sus vecinos, conversar con los miembros de su familia que aún no son salvos y nunca preocuparse por sus almas? ¿Ocupa su mente simplemente con sobrevivir, y proveer para su familia? ¿Ya no siente mas esa carga de testificar, alcanzar al mundo perdido y agonizante?
“Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” (Salmos 126:5-6)