VEN, HAZ TU TRABAJO EN MÍ

Yo creo que si un Cristiano tiene intensidad por tener una vida santa – si desea darle su todo al Señor – sólo puede haber una razón por la que él falla en disfrutar las bendiciones y la libertad prometidas por el morar del Espíritu Santo. Esa razón es incredulidad. Tan seguro como Jesús no pudo hacer milagros donde había incredulidad, de igual manera su Espíritu no puede hacer nada en nuestras vidas cuando albergamos incredulidad.

 

Es vital para cada seguidor de Jesús no juzgar las promesas de Dios de acuerdo a experiencias pasadas. Si nos entregamos completamente a sus promesas – creyéndolas con todo nuestro ser, confiando en él por un suplir de fe, comprometiendo al Espíritu a sus propias palabras – entonces podremos saber que los resultados son todos responsabilidad de Dios. Y podremos estar firmes en el día del juicio, sabiendo que fuimos fieles. Nosotros simplemente no podemos perder nuestro deseo de entrar en su bendición prometida.

 

Hubo un tiempo en mi vida cuando tuve que entregar my futuro eterno a las promesas de Dios. Me determiné a confiar en su Palabra y arriesgué mi propia alma. Yo le hice este desafío al Altísimo Dios: “Señor, yo voy a creer que me has dado tu Espíritu Santo. Yo creo que sólo él me puede liberar de cada cadena que me ata. Yo creo que él me convencerá de mis pecados, me guiará y me dará poder para vencer. Yo creo que él me causa que obedezca tu Palabra. Y yo creo que él nunca se irá de mí, ni dejará que yo me vaya de ti. Yo no limitaré a tu Espíritu en mí. Yo esperaré en él, lo visitaré y confiaré en él – ya sea que viva o muera.”

 

“Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: “¡Huesos secos, oíd palabra de Jehová! (Ezequiel 37:4). Tenemos que hacer lo que el Señor le dijo a Ezequiel que hiciera – orar la Palabra de Dios. Tenemos que recordarle al Espíritu Santo las promesas que Dios nos dio. Tenemos que decirle, “Espíritu Santo, el Padre celestial me prometió que te pondría en mi corazón – y me he comprometido a esa promesa. Me rendiré a ti y cooperaré, porque quiero ser santo. Tú dijiste que causarías que yo camine en sus caminos y obedezca cada una de sus palabras. Yo no sé cómo planeas hacer eso – pero tú has hecho un juramento y tú no puedes mentir. Espíritu Santo, todo esto está escrito en la Palabra. Así que ven – haz tu trabajo en mí. A esta promesa, yo he confiado mi propia alma.”