ENCARANDO LA VARA DE DIOS

El salmista escribe lo siguiente acerca de una de las más grandes promesas de Dios: “Si dejaran sus hijos mi Ley y no anduvieran en mis juicios, si profanaran mis estatutos y no guardaran mis mandamientos, entonces castigaré con vara su rebelión y con azotes sus maldades. Pero no quitaré de él mi misericordia ni faltaré a mi fidelidad” (Salmo 89:30-33).

Dios promete que nunca quitará su amorosa misericordia de nosotros, no importa cuán grandemente  fallemos. Pero muchos creyentes pasan por alto las graves advertencias en este verso: Si dejamos su Ley y rehusamos guardar sus mandamientos, él visitará nuestras trasgresiones con su vara divina.

La Biblia nos dice que al que el Señor ama, lo castiga. Vemos esta verdad vívidamente ilustrada en la vida de David. Considere usted cómo el Señor trató con este hombre, un siervo fiel que disfrutaba del favor de Dios. En un punto de su vida, David pecó gravemente – justificándolo y escondiéndolo por meses.   Finalmente, Dios dijo “Basta” – y envió a un profeta a exponer el pecado de David. Natán, el profeta usó una analogía para deshacer todas las excusas que David tenía, hasta que finalmente el rey admitió, “He pecado – soy culpable”.

David escribió, “¡Se agotan mis fuerzas a causa de mi maldad y mis huesos se consumen!” (Salmo 31:10). Como un agujero en el tanque de aceite del carro suyo, el pecado drenará lentamente todos sus recursos. Su paz, su gozo y sus fuerzas literalmente se chorrearán hasta que se acaben completamente. David confesó, “Ni hay paz en mis huesos a causa de mi maldad” (Salmo 38:3). Él estaba diciendo “toda mi fortaleza se ha desaparecido debido a mi pecado. Mi cuerpo se ha debilitado por lo que he hecho. Mi iniquidad simplemente no me deja descansar.”

David estaba experimentando las flechas penetrantes de Dios. Él escribió, “Tus saetas cayeron sobre mí, y sobre mí ha descendido tu mano” (38:2). Pero este siervo de Dios estaba aprendiendo el temor de Dios. Y parte de su lección dolorosa era que él había perdido la paz del Señor. Ahora  él clamó “Él debilitó mis fuerzas” (102:23).

Yo conozco Cristianos que viven sus vidas en completa confusión porque continúan caprichosamente con su pecado. Estas almas vacías están siempre abatidas, débiles, siempre luchando pero sin llegar a nada. También conozco ministros que no pueden estar quietos debido a su pecado. Están ocupados constantemente, trabajando, nunca entrando en el descanso del Señor.

No importa quién sea usted – si esconde un pecado, usted experimentará disturbios continuos en su vida, su casa, su familia, su trabajo. Todo lo que toque no funcionará bien. Usted se volverá cada vez más inquieto, confundido, zarandeado por las continuas preocupaciones y temores. Y toda su paz y fortaleza se le vaciarán.

Dios no quiere exponer al descubierto a sus siervos. En lugar de eso, está en su corazón el perdonar, limpiar y cubrir nuestros pecados. Exponer al descubierto los pecados ocultos es el último recurso de Dios para salvar a un hijo rebelde e hipócrita que está empeñado en ocultar caprichosamente su pecado, y que pretende jugar el papel de hombre espiritual. La vara de Dios está reservada  para aquellos falsos creyentes que no se arrepienten, que son inconversos, con el corazón endurecido, creyentes falsos. En amor, él disciplinará al justo. Pero la vara, los azotes, son para los sin ley.