EL EVANGELIO IMPARABLE

“Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo” (1 Corintios 11:31-32). Entonces, ¿de qué manera podemos juzgarnos a nosotros mismos, como Pablo dice que hagamos?

Este es criterio con el cual yo constantemente me juzgo a mí mismo: “¿He obstaculizado de alguna manera, el evangelio de Cristo?” Sabemos que el mundo no puede impedir el evangelio, pero el hecho es que nosotros, que lo predicamos, podemos impedirlo. Pablo se juzgó a sí mismo basándose en este asunto, al escribir: “Lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo” (1 Corintios 9:12).

El apóstol nos está diciendo, en esencia: “Tengo que ser cuidadoso de cómo presento el evangelio. Si tengo una mente materialista, o si guardo codicia o lujuria, no puedo representar a Cristo fielmente. Esto podría causar un obstáculo al evangelio que presento. No, la manera en la que vivo tiene que ser parte del evangelio que predico”.

Considere a los corintios en el tiempo de Pablo. Ellos traían alimentos delicados a la mesa de festín, mientras que los pobres entre ellos no tenían nada para comer. Pablo les dijo, con muchas palabras: “Ustedes realmente no están preocupados de las necesidades del cuerpo de Cristo si sus ojos se fijan sólo en cómo mejorar sus propias vidas. Simplemente no pueden estar enfocados en los intereses de Dios si no les importa si su hermano tiene suficiente dinero para su próxima comida”.

Cualquier obra o ministerio que esté hecho con esta clase de pensamiento, no soportará el fuego santo del Señor. Grandes números, métodos exitosos y logros monumentales no significarán nada en aquella hora, porque Dios juzga los motivos del corazón. La pregunta que hoy tenemos que hacernos es: “¿Estoy haciendo esto por el reconocimiento? ¿Para ser alguien? ¿Para asegurar mi propio futuro, sin considerar a mis hermanos o hermanas en necesidad?”.

No te equivoques: El evangelio de Jesucristo avanza sin impedimentos, poderoso e imparable. Pero esto sucede solamente cuando es predicado y enseñado en su plenitud. Tiene que ser entregado en el contexto de “todo el consejo de Dios”. Así como Pablo dice: “No he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios” (Hechos 20:27, cursivas mías).