EL SEÑOR PUSO SU MANO SOBRE ÉL

Cuando leo acerca de las hazañas de los santos del Antiguo Testamento, mi corazón arde. Estos santos estaban tan agobiados por la causa del nombre de Dios, que hicieron poderosas obras que desconciertan la mente de los cristianos hoy en día. Sus ejemplos nos revelan un patrón a seguir. Estos hombres poseían algo en sus corazones y su naturaleza que causaba que Dios los escogiera para cumplir Sus propósitos, y Él nos insta a buscar la misma calidad de carácter.

Esdras fue un hombre de Dios que despertó a toda su nación, un hombre sobre el cual estaba la mano de Dios, de acuerdo a la escritura. Esdras testificó: “Y yo, fortalecido por la mano de mi Dios sobre mí” (Esdras 7:28). En otras palabras, Dios extendió su mano, envolviendo a Esdras y lo hizo un hombre diferente.

¿Por qué Dios haría esto con Esdras? Había cientos de escribas en Israel en ese tiempo y todos ellos tenían el mismo llamado a estudiar y a exponer la palabra de Dios al pueblo. ¿Qué separo a Esdras de los otros? ¿Qué hizo que el Señor pusiera su mano en este hombre, y lo pusiera a cargo de cincuenta mil personas para reedificar la destruida ciudad de Jerusalén?

La Escritura nos da la respuesta “Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla” (Esdras 7:10). Es simple: Esdras hizo una decisión consciente. Él determinó por encima de todo escudriñar la Palabra de Dios y obedecerla, y no se desvió de esa decisión. Se dijo a sí mismo: “Voy a ser un estudiante de la Palabra y voy a aplicar todo lo que lea.”

Mucho antes que Dios pusiera su mano sobre Esdras, este hombre era diligente en escudriñar las Escrituras. Él permitió ser examinado por ella, y limpiado de toda inmundicia de cuerpo y de espíritu. Esdras tenía hambre de las Escrituras y se regocijaba en ellas; permitió que las Escrituras prepararan su corazón para cualquier obra que Dios eligiera para él. Esa es la razón por la cual Dios puso su mano sobre Esdras y lo ungió.