TODO LO QUE NECESITAS
"Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Juan 14:26).
Experimenté un ataque particularmente pesado en un determinado momento de mi vida. Sucedió cuando estaba tan cerca de Jesús como en cualquier otro momento. Una mañana, cuando estaba preparando un sermón, me sobrecogió una intensa desesperación. Vino de la nada, agobiándome. Sin importar cuánto lo intentara, no podía quitármela de encima.
Cuando me senté en mi escritorio con mi Biblia abierta, traté de seguir trabajando en el sermón, pero no podía llegar a ninguna parte. De pronto fui bombardeado con dudas sobre mi capacidad para preparar un verdadero mensaje del Señor. Mi mente se llenó de pensamientos horribles que me decían: "Tú no entiendes las cartas de Pablo. No has comprendido los conceptos del "viejo hombre" y del "nuevo hombre". No comprendes el "morir al pecado" cuando el pecado todavía existe. ¿Cómo te atreves a presumir de predicar la Palabra de Dios? "
Me senté allí durante tres horas, decidido a preparar un mensaje, pero no salió nada. A media mañana, todas las palabras en las páginas de mi Biblia parecían entreverarse. Mi mente estaba confundida y mi espíritu adormecido, incapaz de escuchar nada del Señor.
Me hundí más en la desesperación, convencido de que no tenía nada para darle a la gente en nuestra iglesia. Así que cerré la Biblia y me fui de mi estudio.
Mientras caminaba por la casa, mi desánimo sólo creció. Traté de averiguar por qué había venido sobre mí en primer lugar, pero no tenía idea. Por último, entré en mi cuarto de oración y me senté en el suelo. Ni siquiera pude musitar una palabra para decirle al Señor. En lugar de ello, clamé desde mi espíritu: "Señor, no sé qué hacer. Me siento tan deprimido que ni siquiera puedo llegar a ti, pero sé que nunca te he amado más que en este preciso momento. Por favor, ayúdame".
Cuando el diablo viene con su espíritu de desánimo, te bombardea con una mentira tras otra. Para cuando ha terminado, tú estás gritando: "¡Oh, Dios, nunca lo lograré!"
Esto es exactamente lo que el diablo hizo conmigo. Mientras oraba, soporté su bombardeo de mentiras infernales durante una media hora. Entonces, la voz quieta y apacible de Dios penetró a mi espíritu con estas palabras de amor y de compasión: "David, eres muy amado. No te preocupes, Mi mano está sobre ti. Estás bajo un severo ataque, pero no temas. Tú no necesitas absolutamente ninguna de tus propias fuerzas para esta batalla, ¡Yo tengo todo lo que necesitas!"
Experimenté un ataque particularmente pesado en un determinado momento de mi vida. Sucedió cuando estaba tan cerca de Jesús como en cualquier otro momento. Una mañana, cuando estaba preparando un sermón, me sobrecogió una intensa desesperación. Vino de la nada, agobiándome. Sin importar cuánto lo intentara, no podía quitármela de encima.
Cuando me senté en mi escritorio con mi Biblia abierta, traté de seguir trabajando en el sermón, pero no podía llegar a ninguna parte. De pronto fui bombardeado con dudas sobre mi capacidad para preparar un verdadero mensaje del Señor. Mi mente se llenó de pensamientos horribles que me decían: "Tú no entiendes las cartas de Pablo. No has comprendido los conceptos del "viejo hombre" y del "nuevo hombre". No comprendes el "morir al pecado" cuando el pecado todavía existe. ¿Cómo te atreves a presumir de predicar la Palabra de Dios? "
Me senté allí durante tres horas, decidido a preparar un mensaje, pero no salió nada. A media mañana, todas las palabras en las páginas de mi Biblia parecían entreverarse. Mi mente estaba confundida y mi espíritu adormecido, incapaz de escuchar nada del Señor.
Me hundí más en la desesperación, convencido de que no tenía nada para darle a la gente en nuestra iglesia. Así que cerré la Biblia y me fui de mi estudio.
Mientras caminaba por la casa, mi desánimo sólo creció. Traté de averiguar por qué había venido sobre mí en primer lugar, pero no tenía idea. Por último, entré en mi cuarto de oración y me senté en el suelo. Ni siquiera pude musitar una palabra para decirle al Señor. En lugar de ello, clamé desde mi espíritu: "Señor, no sé qué hacer. Me siento tan deprimido que ni siquiera puedo llegar a ti, pero sé que nunca te he amado más que en este preciso momento. Por favor, ayúdame".
Cuando el diablo viene con su espíritu de desánimo, te bombardea con una mentira tras otra. Para cuando ha terminado, tú estás gritando: "¡Oh, Dios, nunca lo lograré!"
Esto es exactamente lo que el diablo hizo conmigo. Mientras oraba, soporté su bombardeo de mentiras infernales durante una media hora. Entonces, la voz quieta y apacible de Dios penetró a mi espíritu con estas palabras de amor y de compasión: "David, eres muy amado. No te preocupes, Mi mano está sobre ti. Estás bajo un severo ataque, pero no temas. Tú no necesitas absolutamente ninguna de tus propias fuerzas para esta batalla, ¡Yo tengo todo lo que necesitas!"