EN MOMENTOS DE DESALIENTO
Lo primero que el Espíritu Santo hace a menudo en momentos de desaliento es traer a la memoria las preciosas promesas de Jesús. Lo ha hecho conmigo inundando mi alma con promesas de la Palabra de Dios. “Tu vida no ha terminado”, me aseguró. “Tú no lo sabes, pero lo mejor está todavía por delante de ti”. ¡La obra del Espíritu Santo es deshacer las mentiras del enemigo y traer aliento de lo alto!
Multitudes de cristianos entran en la presencia de Dios cada día anticipando ser reprendidos por Él. Cómo debe entristecer esto a nuestro Señor. Cuando vamos a la oración, debemos estar preparados para escuchar una buena palabra de nuestro Padre amoroso. Durante años, cada vez que entraba a mi cuarto de oración, esperaba oír un reproche del Señor. Gracias a Dios, Él me ha enseñado una mejor manera.
Por otro lado, hay denominaciones enteras que evitan cualquier mención de un reproche santo. Mencionan muy poco sobre el pecado porque quieren predicar sólo mensajes positivos y optimistas. En el proceso, ignoran las reprensiones pronunciadas por Cristo y los escritores del Nuevo Testamento, que convencen de pecado y que dan vida. Tales iglesias dicen predicar un evangelio de amor, misericordia y gracia. Pero, tristemente, abusan de la gracia de Dios, tomándola como una licencia para pecar.
Estoy consciente que no estoy escribiendo este mensaje a ese tipo de personas. Más bien, estoy hablando a cristianos vencedores que evitan el pecado como una forma de expresar su amor por el Señor. Me dirijo a los que disfrutan intimidad con Cristo, porque tienen hambre y sed de Él constantemente. Si esto te describe, y estás abatido y deprimido, por favor quiero que sepas que ¡te está pasando esto porque estás siendo atacado por amar a Jesús!
Ten la seguridad de que todos los que esperan en el Señor recibirán Sus promesas gloriosas:
“Desde el principio del mundo, ningún oído ha escuchado, ni ojo ha visto a un Dios como tú, quien actúa a favor de los que esperan en él” (Isaías 64:4 NTV).
“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios”. (1 Corintios 2:9-10)
Multitudes de cristianos entran en la presencia de Dios cada día anticipando ser reprendidos por Él. Cómo debe entristecer esto a nuestro Señor. Cuando vamos a la oración, debemos estar preparados para escuchar una buena palabra de nuestro Padre amoroso. Durante años, cada vez que entraba a mi cuarto de oración, esperaba oír un reproche del Señor. Gracias a Dios, Él me ha enseñado una mejor manera.
Por otro lado, hay denominaciones enteras que evitan cualquier mención de un reproche santo. Mencionan muy poco sobre el pecado porque quieren predicar sólo mensajes positivos y optimistas. En el proceso, ignoran las reprensiones pronunciadas por Cristo y los escritores del Nuevo Testamento, que convencen de pecado y que dan vida. Tales iglesias dicen predicar un evangelio de amor, misericordia y gracia. Pero, tristemente, abusan de la gracia de Dios, tomándola como una licencia para pecar.
Estoy consciente que no estoy escribiendo este mensaje a ese tipo de personas. Más bien, estoy hablando a cristianos vencedores que evitan el pecado como una forma de expresar su amor por el Señor. Me dirijo a los que disfrutan intimidad con Cristo, porque tienen hambre y sed de Él constantemente. Si esto te describe, y estás abatido y deprimido, por favor quiero que sepas que ¡te está pasando esto porque estás siendo atacado por amar a Jesús!
Ten la seguridad de que todos los que esperan en el Señor recibirán Sus promesas gloriosas:
“Desde el principio del mundo, ningún oído ha escuchado, ni ojo ha visto a un Dios como tú, quien actúa a favor de los que esperan en él” (Isaías 64:4 NTV).
“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios”. (1 Corintios 2:9-10)