BAJO ATAQUE

Cuando te está atacando el enemigo a través de un espíritu de desánimo, no sentirás ganas de orar. Pero aun así debes ir al lugar secreto y estar en la presencia de Jesús. No te preocupes por tratar de orar y forzar tu solución a la desesperación. Este es el tiempo en el que el Espíritu de Dios obrará en ti para sacarte del pozo.

Cuando te acerques al Señor, sé honesto con él acerca de lo débil e impotente que te sientes. Hazle saber: "Jesús, estoy seco. No me quedan fuerzas. Si alguna vez voy a salir de esta depresión, Tú tendrás que hacer que suceda".

En esos momentos “bajos”, el Señor es muy paciente con nosotros. Él no espera que tú y yo ejecutemos algún esfuerzo intenso y ferviente en la oración. Él conoce nuestra condición, y él se identifica con nosotros. Sólo siéntate en su presencia y confía que Su Espíritu hará lo que fue enviado a hacer. No importa cuán derribado estés, ¡Él nunca te abandonará!

Tenemos la idea de que cada vez que fallamos al Señor, el Espíritu Santo revolotea, alejándose como un ave, porque Él está ofendido. Pero, ¿cómo podría el Espíritu de Dios abandonarme cuando más lo necesito? Si él me dejara cada vez que fallo y caigo profundamente en desánimo, ¿cómo podría ser mi Consolador?

Jesús nos prometió: " Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre… No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros" (Juan 14:16, 18).

Cuando el pesado espíritu de desánimo del diablo se asienta sobre su vida, puedes estar tan angustiado que ni siquiera puedes susurrar una oración. Pero aun así, tú puedes hablarle a Jesús en tu espíritu. Sólo dile suavemente: "Señor, ayúdame. Este ataque es demasiado para mí. No puedo hacer otra cosa que sentarme aquí en fe. Confío que tu Espíritu me lo quitará de encima".