LA ÚNICA MANERA DE LLEGAR A SER SANTO
Es imposible para cualquiera de nosotros alcanzar santidad a los ojos de Dios por nuestro propio esfuerzo o fuerza de voluntad. Debemos llegar a Él, diciendo: “Señor, no tengo nada para darte. Tú tienes que hacerlo todo”
Aun así seguimos convencidos: “Si tan sólo pudiera conseguir la victoria sobre este último pecado que queda, sería capaz de ser santo”. Así que empuñamos la espada de la fuerza de voluntad, las promesas y las buenas intenciones y nos disponemos a matar al enemigo en nuestros corazones. Pero nunca podremos ser santos mientras creamos firmemente en la auto-justificación.
Tú y yo nos enfrentamos a la misma zarza ardiente que Moisés. Y esa zarza es un tipo del celo ardiente de Dios contra todo lo carnal que se trae ante su presencia disfrazado de santidad. Él nos dice: “No puedes estar de pie delante de Mí sobre ese tipo de tierra carnal. Sólo hay una tierra santa y es la fe en Mi Hijo y Su obra en la cruz”.
Esta es la única manera en que Dios podría haber salvado y reconciliado a todo el mundo. Si nuestras obras merecieran nuestra salvación, sólo un número selecto serían candidatos para la salvación, pero yo creo que Cristo murió por todos.
Podemos contemplar el peor ladrón, violador, asesino, drogadicto o alcohólico, personas que no tienen buenas obras en lo absoluto, y testificar que: “A través del arrepentimiento y la fe, pueden presentarse como justos en Cristo Jesús”.
Ese es el verdadero poder salvador de Dios. Sin embargo, muchos cristianos viven como si sus obras fuesen suficientes. En el día del juicio, ellos estarán de pie delante de Dios en su carne, diciendo: “Mira todo lo que he hecho por ti, Señor. He trabajado para mantenerme limpio y santo. He profetizado, alimenté a los pobres, sané a los enfermos, eché fuera demonios. ¡Y todo lo hice para complacerte!”
Pero Dios le contestará, “No hiciste ninguna de esas cosas a través del poder de Mi Espíritu. Las hiciste todas con sus propias fuerzas. Yo solamente acepto la justicia de un hombre: Mi Hijo. Y no veo a Mi Hijo en ti”
“Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor”. (1ra Corintios 1:30-31).
Aun así seguimos convencidos: “Si tan sólo pudiera conseguir la victoria sobre este último pecado que queda, sería capaz de ser santo”. Así que empuñamos la espada de la fuerza de voluntad, las promesas y las buenas intenciones y nos disponemos a matar al enemigo en nuestros corazones. Pero nunca podremos ser santos mientras creamos firmemente en la auto-justificación.
Tú y yo nos enfrentamos a la misma zarza ardiente que Moisés. Y esa zarza es un tipo del celo ardiente de Dios contra todo lo carnal que se trae ante su presencia disfrazado de santidad. Él nos dice: “No puedes estar de pie delante de Mí sobre ese tipo de tierra carnal. Sólo hay una tierra santa y es la fe en Mi Hijo y Su obra en la cruz”.
Esta es la única manera en que Dios podría haber salvado y reconciliado a todo el mundo. Si nuestras obras merecieran nuestra salvación, sólo un número selecto serían candidatos para la salvación, pero yo creo que Cristo murió por todos.
Podemos contemplar el peor ladrón, violador, asesino, drogadicto o alcohólico, personas que no tienen buenas obras en lo absoluto, y testificar que: “A través del arrepentimiento y la fe, pueden presentarse como justos en Cristo Jesús”.
Ese es el verdadero poder salvador de Dios. Sin embargo, muchos cristianos viven como si sus obras fuesen suficientes. En el día del juicio, ellos estarán de pie delante de Dios en su carne, diciendo: “Mira todo lo que he hecho por ti, Señor. He trabajado para mantenerme limpio y santo. He profetizado, alimenté a los pobres, sané a los enfermos, eché fuera demonios. ¡Y todo lo hice para complacerte!”
Pero Dios le contestará, “No hiciste ninguna de esas cosas a través del poder de Mi Espíritu. Las hiciste todas con sus propias fuerzas. Yo solamente acepto la justicia de un hombre: Mi Hijo. Y no veo a Mi Hijo en ti”
“Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor”. (1ra Corintios 1:30-31).