EL CAMINO A LA RENDICIÓN

Dios comienza el proceso del rendimiento derribándonos de nuestro pedestal. Esto le sucedió a Pablo. Él estaba en camino hacia Damasco, seguro de sí mismo, cuando una luz cegadora vino del cielo. Pablo fue derribado al suelo, temblando. Luego una voz habló desde el cielo diciendo, “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos 9:4).

Pablo sabía que algo faltaba a su vida. Él tenía un conocimiento de Dios, pero no tenía una revelación directa. Ahora de rodillas, él escuchó estas palabras del cielo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (9:5). Esas palabras volcaron el mundo de Pablo de arriba para abajo. Las Escrituras dicen, “Él [Pablo] temblando y temeroso, dijo: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (9:6). La conversión de Pablo fue un trabajo dramático del Espíritu Santo.

Pablo estaba siendo guiado por el Espíritu Santo hacia una vida rendida. Él preguntó, “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”, y su corazón estaba clamando, “Jesús, ¿cómo puedo servirte? ¿Cómo puedo conocerte y complacerte? Nada más me importa. Todo lo que he hecho en mi carne es basura. Tú eres todo para mí ahora.” 

Pablo no tenía ninguna otra ambición, ninguna otra fuerza dominante en su vida sino ésta: “Para ganar a Cristo” (Filipenses 3:8). De acuerdo a las normas de éxito de hoy día, Pablo fue un fracaso total. Él no construyó ningún edificio. Él no tuvo una empresa. Y los métodos que él usó fueron rechazados por otros líderes. De hecho, el mensaje que Pablo predicó, ofendió a un número grande de los que escuchaban. A veces, hasta lo apedrearon por predicarlo. ¿Cuál era el tema de su predicación? La cruz.

Cuando estemos delante de Dios en el juicio, no seremos juzgados por nuestros ministerios, logros o el número de convertidos. Sólo habrá una medida de éxito en aquél día: ¿Estaban nuestros corazones completamente rendidos a Dios? ¿Pusimos a un lado nuestra propia voluntad y planes, y aceptamos los de Dios? ¿Sucumbimos a la presión de otros para formar parte de la multitud, o lo buscamos sólo a él para que nos diera dirección? ¿Corrimos de seminario en seminario buscando propósito para nuestras vidas, o encontramos nuestra realización en él?

Yo sólo tengo una ambición, y es aprender más y más para decir sólo aquellas cosas que el Padre me dé. Nada de lo que yo diga o haga de mí mismo, vale algo. Yo quiero poder proclamar, “Yo sé que mi Padre está en mí, porque hago su voluntad.”