EL MENSAJE POR SÍ MISMO NO BASTA - Jim Cymbala

Los discípulos estaban ansiosos por comenzar a evangelizar, pero Jesús les había ordenado: “Quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49). Jesús sabía mucho más que los discípulos, que el equipo necesario para la tarea era más que un gran intelecto, talento humano e incluso un corazón sincero. Así que ellos obedecieron a Jesús y esperaron en el aposento alto, orando, cantando y alabando a Dios.
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:1-4).
El Espíritu fue derramado tal como Jesús lo prometió. Lo que el profeta Joel predijo, había sucedido. “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños” (Hechos 2:17). Esto significó que había un nuevo tipo de habilidad disponible. “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” (Hechos 1:8). Este asombroso poder del cielo era necesario en la tierra para edificar el reino de Cristo.
¿Eran esos discípulos creyentes sinceros en Jesús mientras esperaban en Jerusalén? Sí. ¿Tenían la doctrina correcta? Sí. ¿Podrían haber salido y predicado sin el Espíritu Santo? Estoy seguro de que lo querían, pero Jesús sabía que no estaban listos. Él conocía el poder del enemigo al que se enfrentarían, los desalientos y la oposición. Si el poder del Espíritu Santo fue necesario entonces, ¿ha cambiado algo hasta el día de hoy? ¿Cualquier otra cosa que no sea el poder del Espíritu que obra a través de nosotros, podrá derribar los muros de la incredulidad y quebrantar los poderes de la conducta pecaminosa mientras compartimos el evangelio?
Jim Cymbala comenzó la iglesia Brooklyn Tabernacle con menos de veinte miembros en un pequeño y deteriorado edificio en una parte difícil de la ciudad. Nacido en Brooklyn, es un viejo amigo de David y Gary Wilkerson.