EL AULA DE CLASES DE LA ORACIÓN

Algunas veces tomamos la oración de forma demasiado casual. Pero en tiempos de problemas nos encontramos luchando con el Señor en oración diaria, hasta que estamos seguros, en nuestro espíritu, de que Él tiene todo bajo control. Mientras más queramos tener esa convicción, más veces deberemos ir al cuarto de la oración.

La verdad es que Dios nunca permite una aflicción en nuestras vidas excepto como un acto de amor. Vemos esto ilustrado en la tribu de Efraín, en Israel. El pueblo había caído en gran aflicción y habían clamado a Dios en su dolor. Él respondió, “Escuchando, he oído a Efraín que se lamentaba” (Jeremías 31:18).

Como David, Efraín testificaba: “Fui castigado como novillo indómito…porque tú eres Jehová mi Dios” (31:18). En otras palabras, “Dios tú nos estás castigando por una razón. Éramos como toros jóvenes e indomables, llenos de energía, pero Tú nos has disciplinado para domesticarnos para Tu servicio. Has puesto nuestro desenfreno bajo control”.

Como puedes ver, Dios tenía grandes planes para la tribu de Efraín, planes fructíferos y satisfactorios. Pero primero debían ser enseñados y capacitados. Por ello Efraín declaró: “Tuve arrepentimiento, y después que reconocí mi falta” (31:19). Ellos respondieron, en efecto: “En el pasado, cuando Dios nos tenía en el aula de clases, preparándonos para Su servicio, no podíamos soportar la corrección. Huíamos gritando: ‘¡Es demasiado difícil!’ Éramos obstinados, constantemente nos quitábamos el yugo que Él ponía sobre nosotros. Luego Dios nos puso un yugo más apretado y utilizó Su vara amorosa para quebrar nuestra terca voluntad. Ahora, nos sujetamos bajo Su yugo”.

Nosotros también estamos como Efraín: jóvenes, novillos egocéntricos, que no quieren que se les coloque un yugo. Evitamos la disciplina de arar, de experimentar dolor, de estar bajo la vara. Y esperamos tener todo ahora: victoria, bendiciones, fructificación, tan sólo por el hecho de “reclamar” las promesas de Dios o “tomarlas por fe”. No irritamos por ser enseñados en el secreto de la oración, a tener que luchar con Dios hasta que Sus promesas sean cumplidas en nuestras vidas. Luego, cuando viene la aflicción, pensamos: “Somos el pueblo escogido de Dios, ¿por qué está pasando esto?”

El cuarto de oración es nuestra aula de clases. Y si no tenemos ese “tiempo a solas” con Jesús; si nos hemos relajado de la intimidad con Él, no estaremos listos cuando venga la inundación.