CRISTO NOS HA HECHO LIBRES by Gary Wilkerson

Piensa en todas estas benditas cosas: oración íntima con el Señor; leer Su maravillosa Palabra y compartir Su Evangelio con alegría. Todas éstas son maravillosas prácticas que garantizan una vida plena y feliz. Sin embargo, a menudo hacemos de ellas obras basadas ​​en el mérito, labores arduas del deber. Al hacer esto, descuidamos “una salvación tan grande”, una gracia salvadora que no falla. Verás, incluso cuando fallamos, el Nuevo Pacto no falla. De acuerdo con Pablo, esa verdad debería hacernos libres, no esclavizarnos.

“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1). A lo largo de esta epístola Pablo le pregunta a los creyentes: “¿Por qué volver al antiguo pacto de las obras? Ese sistema sólo los esclavizaría de nuevo. Se les ha dado el Nuevo Pacto, que les brinda la libertad de amar y servir a Dios con plena libertad”.

Pablo les recalcó esta verdad a los Gálatas, diciéndoles que el Evangelio nos da poder en el Espíritu a través de la gracia. Pero los Gálatas seguían tratando de vivir el evangelio desde la perspectiva de las obras. Estaban convencidos: “Si hago esto, voy a obtener una bendición. Si no lo hago, obtendré una maldición”.

Puede que no lo veamos en nosotros mismos, pero tendemos a hacer algo similar hoy en día. Nuestra actitud es: “Haré mi mejor esfuerzo para obedecer los mandamientos de Dios y entonces él va a tener que bendecirme.” Pero Dios dice algo diferente a través del Nuevo Pacto: “Ya te he bendecido, antes de que siquiera intentaras obedecer mis mandamientos. También sé que no puedes guardar mi palabra a la perfección, así que te daré el poder de guardarla a través de Mi Espíritu. Mi gracia será el poder detrás de tus obras, no tu propia fuerza”.

Este es el corazón del evangelio: ¡Dios lo hace todo! Por lo tanto, cuando se nos dice que “es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (Hebreos 2:1), no significa que debemos prestar mayor atención a guardar las reglas, sino que en lugar de ello, hemos de prestar atención al evangelio de la gracia que nos ha liberado.