QUE DIOS LOS BENDIGA Y LOS GUARDE EN PAZ

El Espíritu Santo me animó a leer Éxodo 12 que habla sobre el rescate de Israel de Egipto.

En la puerta de cada casa israelita, la sangre del cordero estaba impregnada en los dos postes y el dintel. Esto era para proteger al pueblo de Dios del ángel de la muerte que pasaría. Cuando llegó el día, una multitud de Israelitas salieron de la cautividad, incluyendo 600.000 hombres, además de las mujeres y los niños. “En el mismo día…todas las huestes de Jehová salieron de la tierra de Egipto” (Éxodo 12:41).

En el capítulo siguiente me detuve en el versículo 3, el cual dice: “Pues Jehová os ha sacado de aquí con mano fuerte” (Éxodo 13:3). El pueblo de Dios fue rescatado sólo por el poder de Dios, no por medios humanos.

David declara, “Dios es el que me ciñe de fuerza, y quien despeja mi camino…Envió desde lo alto y me tomó; me sacó de las muchas aguas. Me libró de poderoso enemigo, y de los que me aborrecían, aunque eran más fuertes que yo…Escudo es a todos los que en él esperan” (2 Samuel 22:33, 17, 18, 31).

Nuestra fe y fortaleza pueden debilitarse, pero en nuestros tiempos de debilidad Dios nos ha dado maravillosas promesas para renovarnos y fortalecernos:

• “Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea” (2 Samuel 22:40).

• “Los débiles se ciñeron de poder” (1 Samuel 2:4).

• “Jehová dará poder a su pueblo; Jehová bendecirá a su pueblo con paz” (Salmo 29:11).

• “El Dios de Israel, él da fuerza y vigor a su pueblo. Bendito sea Dios” (Salmo 68:35).

• “Cuando mi fuerza se acabare, no me desampares…Volveré a los hechos poderosos de Jehová el Señor” (Salmo 71:9, 16).

• “Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas…Irán de poder en poder; verán a Dios en Sion” (Salmo 84:5, 7).

Amado, ¿cree usted que nuestro Dios es fuerte? Si él es fuerte, ningún poder puede hacerle frente a él. Por lo tanto, encomiende todo a la poderosa mano de poder y fuerza de Dios. Él hará un camino. Sobre todo, crea en esta palabra: “El día que clamé, me respondiste; me fortaleciste con vigor en mi alma” (Salmo 138:3).

Que Dios lo ame y lo bendiga.