UNA LUZ QUE NO DEBE ESCONDERSE
Jesús nos dice: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14). Su declaración acá va mucho más allá de simplemente ministrar. Se extiende más allá de enseñar, predicar o repartir volantes. Cristo nos dice categóricamente: “Vosotros sois la luz”. Está diciendo: “No son tan sólo un reflejo de la luz. No son un mero conducto. Ustedes son la luz misma. Y la intensidad de su luz depende de la intensidad del caminar que ustedes tengan conmigo”.
¿Puede ver lo que está dando a entender el Señor aquí? El mundo reconoce a los que caminan cerca de Él. Sus vecinos o compañeros de trabajo, quizás no sepan de su comunión diaria con Cristo, su fe en Él, su fuerte dependencia en Él. Pero ellos sí ven la luz que resplandece en usted a causa de la vida que usted tiene con Él. Y mientras nada impida esa vida, su luz continuará alumbrando en las tinieblas.
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mateo 5:14). Jesús está diciendo: “Yo los he puesto como exhibición para el mundo. La gente los mira, porque los he hecho un espectáculo. Ustedes son una luz, que no debe esconderse”.
Así que, ¿quiénes son estas luces puestas sobre un monte? Y, ¿dónde las vemos? No se encuentran normalmente en los lugares más vistosos. No están entre las personas egocéntricas, que se promocionan a ellos mismos y viven en este mundo sólo para ser reconocidas. Tampoco están entre esas “argollas” o grupos exclusivos dentro de las iglesias, que pretenden ser santos pero chismosean, murmuran y se quejan.
A través de los años, he visto muchos creyentes que tienen la apariencia de piedad, pero en verdad son flojos espirituales. Hablan a otros sobre sus fallas y debilidades, pensando que esto los hace humildes. Pero son prontos para juzgar a otros. No poseen el Espíritu verdadero, dador, amoroso y humilde de Cristo. Por el contrario, la “luz” que ellos tienen es, de hecho, tinieblas. Jesús dice: “Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (Mateo 6:23). Donde no hay vida de Cristo, no puede haber vida para otros.
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). La razón por la que debemos dejar alumbrar nuestra luz al mundo, es para que Dios reciba gloria.
¿Puede ver lo que está dando a entender el Señor aquí? El mundo reconoce a los que caminan cerca de Él. Sus vecinos o compañeros de trabajo, quizás no sepan de su comunión diaria con Cristo, su fe en Él, su fuerte dependencia en Él. Pero ellos sí ven la luz que resplandece en usted a causa de la vida que usted tiene con Él. Y mientras nada impida esa vida, su luz continuará alumbrando en las tinieblas.
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mateo 5:14). Jesús está diciendo: “Yo los he puesto como exhibición para el mundo. La gente los mira, porque los he hecho un espectáculo. Ustedes son una luz, que no debe esconderse”.
Así que, ¿quiénes son estas luces puestas sobre un monte? Y, ¿dónde las vemos? No se encuentran normalmente en los lugares más vistosos. No están entre las personas egocéntricas, que se promocionan a ellos mismos y viven en este mundo sólo para ser reconocidas. Tampoco están entre esas “argollas” o grupos exclusivos dentro de las iglesias, que pretenden ser santos pero chismosean, murmuran y se quejan.
A través de los años, he visto muchos creyentes que tienen la apariencia de piedad, pero en verdad son flojos espirituales. Hablan a otros sobre sus fallas y debilidades, pensando que esto los hace humildes. Pero son prontos para juzgar a otros. No poseen el Espíritu verdadero, dador, amoroso y humilde de Cristo. Por el contrario, la “luz” que ellos tienen es, de hecho, tinieblas. Jesús dice: “Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (Mateo 6:23). Donde no hay vida de Cristo, no puede haber vida para otros.
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). La razón por la que debemos dejar alumbrar nuestra luz al mundo, es para que Dios reciba gloria.