ÉL PREDICÓ ARREPENTIMIENTO
Jesús declara: “Mi iglesia es un lugar de arrepentimiento público, sin vergüenza”. De hecho, el apóstol Pablo testifica: “Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado” (Romanos 10:8-11).
Puesto de una manera sencilla, somos salvos a través de nuestra confesión pública de arrepentimiento. Jesús declara: “Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Mateo 9:13). Y dice, que por el arrepentimiento, somos sanados y restaurados: “Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:31-32).
Éstas son buenas nuevas. Jesús nos está diciendo: “En mi iglesia, todos son sanados a través del arrepentimiento. No importa quién seas tú, el quebrantado físicamente, el enfermo mental, el enfermo espiritual. Todos deben venir a mí de la misma manera. Y todos hallan sanidad a través del arrepentimiento.
¿Cuántas iglesias todavía abren sus altares para que la gente quebrantada de corazón pase delante y se arrepienta? ¿Cuántos pastores han dejado de hacer llamados para esta importantísima obra espiritual? ¿Cuántos creyentes han perdido todo sentido de su necesidad confesar el pecado?
¿Cuál es el mensaje central del evangelio de Cristo? El lo deja claro a lo largo de los cuatro evangelios. Nos dice: “Esto es lo que predico en mi iglesia. Este es mi mensaje para todos los pecadores”.
“Jesús vino…predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:14-15). Este fue el primer mensaje registrado de Jesús. ¡Él predicó el arrepentimiento!”.
Para algunos cristianos, esto puede parecer un lenguaje fuerte. Quizás digan: “De acuerdo, pero, ¿cuán fuerte predicó Jesús, el arrepentimiento?”. Lucas lo responde en su evangelio. Jesús dijo a sus oidores: “Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:5).
Puesto de una manera sencilla, somos salvos a través de nuestra confesión pública de arrepentimiento. Jesús declara: “Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Mateo 9:13). Y dice, que por el arrepentimiento, somos sanados y restaurados: “Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:31-32).
Éstas son buenas nuevas. Jesús nos está diciendo: “En mi iglesia, todos son sanados a través del arrepentimiento. No importa quién seas tú, el quebrantado físicamente, el enfermo mental, el enfermo espiritual. Todos deben venir a mí de la misma manera. Y todos hallan sanidad a través del arrepentimiento.
¿Cuántas iglesias todavía abren sus altares para que la gente quebrantada de corazón pase delante y se arrepienta? ¿Cuántos pastores han dejado de hacer llamados para esta importantísima obra espiritual? ¿Cuántos creyentes han perdido todo sentido de su necesidad confesar el pecado?
¿Cuál es el mensaje central del evangelio de Cristo? El lo deja claro a lo largo de los cuatro evangelios. Nos dice: “Esto es lo que predico en mi iglesia. Este es mi mensaje para todos los pecadores”.
“Jesús vino…predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:14-15). Este fue el primer mensaje registrado de Jesús. ¡Él predicó el arrepentimiento!”.
Para algunos cristianos, esto puede parecer un lenguaje fuerte. Quizás digan: “De acuerdo, pero, ¿cuán fuerte predicó Jesús, el arrepentimiento?”. Lucas lo responde en su evangelio. Jesús dijo a sus oidores: “Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:5).