EL PUNTO DE NUESTRO TOTAL DESAMPARO

En Juan 2, Jesús y Sus discípulos fueron invitados a una cena de bodas en Caná.
“Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora” (Juan 2:1-4).
Evidentemente, la familia del Señor también recibió la invitación, porque la madre de Jesús estaba ahí. María vino a Él con una petición: “A los anfitriones se les ha acabado el vino”.
La respuesta de Jesús a Su madre parece un poco extraña. Él le dijo a ella: “Aún no ha venido mi hora”. 
¿Cuál era esta “hora” a la cual Jesús se estaba refiriendo? Él no estaba hablando acerca del momento de oscuridad que enfrentaría tres años después, antes de Su crucifixión. En ese momento, Jesús ciertamente dijo: “Mi hora ha llegado”.
Pero aquí en Caná estaba hablando de una hora diferente. El hecho es que el ministerio de Cristo apenas estaba comenzando. A esto se estaba refiriendo cuando le dijo a Su madre que Su hora aún no había llegado. De hecho, un poco después realizó un milagro poderoso al convertir seis grandes tinajas de agua en vino.
Déjame preguntarte: ¿Alguna vez te has preguntado por qué Jesús esperó para hacer este milagro? Esperó hasta que cada botella estuviera seca, cada vaso vacío; aún hasta que el anfitrión, preocupado, se retorciera las manos.
Te digo que Jesús, intencionalmente esperó en la boda hasta que todos los recursos humanos se agotaran. Esperó hasta que nada pudiera solucionar el problema excepto un milagro. Fue en ese momento que vino la hora de Dios.
Aquí hay una verdad importante para cada creyente: La hora del poder de Cristo es manifestada en el punto mismo de nuestro desamparo total.