RENOVANDO LA MENTE

Cuando Pablo osadamente declara: “Yo tengo la mente de Cristo”, él está declarando: “Yo también me he despojado a mí mismo. Como Jesús, he tomado el rol de siervo” (ver Filipenses 2:7). Y Pablo afirma que lo mismo es verdad para cada creyente. “Nosotros tenemos (todos podemos tener) la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16).

Quizás te preguntas: ¿Cómo y cuándo decidió Pablo vivir la vida de un siervo? ¿Cómo pudo, un hombre como éste, un ex perseguidor de creyentes, un homicida de corazón, llegar a tener la mente de Cristo?

Pablo podía determinar exactamente cuándo sucedió. Hechos 9 describe dónde y cómo tuvo lugar su decisión: En Damasco, en una calle llamada “Derecha”, en la casa de un hombre llamado Judas.

En ese momento, Pablo era conocido como “Saulo”. Él iba camino a Damasco con un pequeño ejército, con el propósito de capturar cristianos, traerlos de regreso a Jerusalén y encarcelarlos y torturarlos. Pero Jesús se le apareció a Saulo en ese camino a Damasco, lo cegó y lo dirigió a la casa de Judas, en la calle “Derecha”. “Donde [Saulo] estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió” (Hechos 9:9).

Durante aquellos tres días, la mente de Saulo estaba siendo renovada. Él estuvo todo el tiempo en intensa oración, reconsiderando su vida pasada. Y lo que vio de ella, lo comenzó a menospreciar. Ahí fue donde Saulo se convirtió en Pablo.

Este hombre había sido muy orgulloso. Él había estado lleno de un celo mal encaminado y buscaba la aprobación de otros religiosos de mente elevada. Sin embargo, luego él dice: “Cristo vino y se reveló a sí mismo a mí, y yo renuncié a mis caminos antiguos. Ya no más agradar al hombre, no más seguir tendencias religiosas. Me he vuelto de Cristo”.

“Aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:8).