LA PRESENCIA DE DIOS

¡La presencia de Jesús tiene el poder de destruir y expulsar el pecado! "Levántese Dios, sean esparcidos sus enemigos, y huyan de su presencia los que le aborrecen. Como es lanzado el humo, los lanzarás; como se derrite la cera delante del fuego, así perecerán los impíos delante de Dios" (Salmo 68:1-2).

Esta es una figura de lo que debería suceder cuando estás a solas con Dios en tu lugar secreto de oración. Su asombrosa presencia es como un huracán que se lleva toda la suciedad y el humo de la concupiscencia; como un fuego consumidor, que derrite toda dureza. La maldad perece en Su presencia.

"Los montes se derritieron como cera delante de Jehová" (Salmo 97:5). Los montes en este salmo representan fortalezas satánicas y montañas de terquedad, todo aquello que se derretirá para los que se encierran con Dios.

Podemos orar hasta el agotamiento: "¡Oh Dios, envía su poder para exponer y destruir el pecado en todas nuestras iglesias!". Pero no dará ningún resultado hasta que el Espíritu no levante en nuestras iglesias un remanente santo y de oración, cuyos corazones puros inviten Su presencia al santuario.

No experimentarás la verdadera presencia de Jesús hasta que tengas en tu interior, un creciente odio por el pecado, una convicción penetrante de tus fracasos y un profundo sentido de tu extremo pecado. Los que no tienen la presencia de Cristo, tienen cada vez menos convicción de pecado. Cuanto más se apartan de Su presencia, se vuelven más atrevidos, más arrogantes y más cómodos en ceder sus principios. Aun así, no es suficiente para nosotros el comer y beber en Su presencia; también debemos ser transformados y purificados al estar con Él. "Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad" (Lucas 13:26-27).

Los que confiesan haber comido y bebido en Su presencia, realmente dirán: "Nosotros hemos estado en Tu presencia, hemos escuchado Tu enseñanza" Estas personas serán juzgadas por sus propias palabras. Ellos admitirán que estuvieron sentados en Su presencia, pero no fueron transformados. Permanecieron ciegos a su propia pecaminosidad, endurecidos e inalterable ante la presencia de Cristo. Jesús les responderá: "Nunca os conocí. ¡Apartaos de Mí!". ¡Qué peligroso es estar sentado entre los santos de Dios que irradian Su gloria y Su presencia, en donde Jesús Se revela poderosamente, y no ser transformado! ¡Qué mortal es no ver la fealdad del pecado, la plaga del corazón! ¿Te atreverás a decirle al Señor: "Yo asistí a una iglesia donde Tu presencia era real; me senté en Tu santa presencia?" Habría sido mejor para ti que nunca hubieras conocido Su presencia.