¡TRAE VIDA!

Me hubiese gustado conocer a Pablo en los maduros, últimos días de su caminar con el Señor. Le hubiese preguntado: “Hermano, ¿Qué evitó que desmayaras y te dieras por vencido? Fuiste constantemente atribulado por todos lados”.

Yo creo que Pablo me hubiese contestado: “Si, fui atribulado, pero no me angustié por nada de eso.”

“Pero escribiste a menudo que estabas en apuros por tus pruebas”, le diría yo.

“Cierto, pero nunca caí en la desesperación”, podría haberme contestado.

“Tú también fuiste perseguido más que nadie”.

“Si, es cierto. Pero el Señor nunca me desamparó a través de todo eso.”

“Fuiste derribado muchas veces con enfermedades y problemas”.

“Claro, pero nada de eso me destruyó”.

Hoy en día Pablo le testifica al mundo: “Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos” (2 Corintios 4:8-9). Él quiere que el pueblo de Dios sepa que: “Todos tus problemas son leves aflicciones momentáneas. Y que ellas producen en ti un peso eterno de gloria, mas allá de lo que puedas comprender” (Ver versículo 17)

Pablo nos dice: “De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.”(2 Corintios 4:12). El apóstol afirma claramente: “Esta es la razón por la cual Dios nos entrega a muerte. ¡Lo hace para que la vida de Cristo fluya desde nosotros hacia los demás! Si permitimos que la muerte termine su obra, la vida de Cristo se manifestará en nosotros. ¡Y nuestro testimonio producirá vida en todo aquél que lo escuche!”

Recuerda, cuando los problemas financieros te golpean, cuando los dolores físicos te atacan, cuando tu nombre y reputación son difamados, todos los ojos están sobre ti. Tus colegas, los miembros de tu familia, tus hermanos y hermanas en Cristo, hasta los extraños te están observando y esperando tu reacción.

¿Qué ven ellos fluir de ti en tales momentos? ¿Ven fe, confianza y entrega? ¿O ven a un cristiano murmurador y desesperado que no confía su vida al poder de resurrección de Jesús? Amado, ¡permite que la muerte termine su obra en ti! Deja que quite todo lo que impide que la vida de Cristo fluya desde ti hacia otros.

Dile al Señor: “Padre, yo sé que estos problemas no me están sucediendo porque estás enojado conmigo. Tú estás tratando de alcanzar algo en mi alma. Trata con eso, Señor. ¡Llévalo a la muerte, y de esa muerte trae vida!