LA PROFUNDIDAD DEL AMOR DE DIOS

Pablo dijo acerca del amor de Dios: El amor de Dios sobrepasa todo conocimiento. Es amplio, ancho, alto y profundo. Quiero enfocarme en esta profundidad de Su amor.

“Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cual sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”.

Recientemente, he estado recibiendo mensajes electrónicos de Cristianos que se habían apartado de Dios, pero que están volviendo a su primer amor. Uno de ellos escribió, “Yo había sido perdonado; Amaba al Señor. Pero viví muchos años con un terrible pecado. Ahora he regresado a Dios, pero no puedo aceptar mi perdón. Yo temo que Dios no puede perdonar los terribles pecados que he cometido, los cuales no puedo ni mencionar. No tengo paz. No puedo sentir la presencia de Dios.” Otro escribió, “He cometido horribles pecados. Quiero retornar a Jesús pero siento que Dios me desprecia. He pecado en contra de la luz. Temo que no seré perdonado. Soy uno de los peores pecadores.”

Los que se han apartado de Dios están siendo conmovidos. Muchos están regresando. Están cansados de caer en las drogas, el alcohol, la lujuria; están cansados del mundo. Yo escucho lo siguiente, “He caído tan profundo en la inmoralidad, tan profundo en terribles pecados”. Es como si creyeran que Dios tiene una línea – un límite en su amor y misericordia – como si hubiese un punto en el cual Él diga, “Me has provocado por demás. Has rechazado todas mis peticiones – todas mis advertencias. Y ahora has cruzado la raya. Tu corazón está frío. Satanás ahora tiene un bastión en tu corazón.” Yo creo que muchos de los que se han apartado de Dios están demasiado avergonzados o demasiado convencidos de que han perdido su día de gracia por pecar tanto. No pueden concebir que el Señor los rescate de las profundidades de su condición pecaminosa con amor y misericordia.

Jonás pecó grandemente, huyendo de la comisión de Dios. Por su desobediencia, la sangre de muchos estaría en sus manos. En el vientre de la ballena, Dios estaba allí en lo más recóndito de la profundidad de su pecado y rebelión. (Vea Jonás 2) Jonás creyó que Dios lo había abandonado por su pecado. “Me echaste a lo profundo…desechado soy de delante de tus ojos…las aguas me envolvieron hasta el alma…me cercó el abismo…mi alma desfallecía en mí” (Jonás 2:3-7). Fue cuando él cayó - hasta lo profundo – que él recibió un toque fresco, un llamado especial. Él fue perdonado y librado. Esto prueba que el Espíritu Santo trabaja en lo profundo de nuestro pecado. Ninguno está demasiado lejos para ser alcanzado por Dios; ninguno es desechado. El Espíritu Santo está tratando con muchos, diciendo, “Arrepiéntete. Estoy en lo profundo de tu situación para traerte de vuelta.”

Nada puede separarnos del amor de Dios. ¡Nada! “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 8:35, 37-39).

La sangre de Jesús nos alcanza en las profundidades del pecado, ofreciéndonos libertad, perdón, misericordia y reconciliación con el Padre. No importa cuán profundamente usted haya caído, el amor y el perdón van más profundos.

¡Oh, las profundidades de Su amor!