SOLICITANDO EL PODER QUE ESTÁ EN CRISTO

Jesús pasaba sus últimas horas con sus discípulos, les dijo: “De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará” (Juan 16:23). Luego, les dijo: “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido” (Juan 16:24).
¡Qué increíble declaración! Mientras esta escena se llevaba a cabo, Cristo les advertía a sus seguidores que Él partiría y que nos los vería por un breve momento. Sin embargo, con las mismas, Él les aseguraba que ellos tenían acceso a toda bendición del cielo. Todo lo que tenían que hacer era pedir en Su nombre.

Los discípulos habían sido enseñados personalmente por Jesús a tocar, buscar y pedir por las cosas de Dios. Fueron enseñados de primera fuente que todas las bendiciones del Padre, toda la gracia, el poder y la fuerza, se encontraban en Cristo. Y ellos habían oído a Jesús, cuando declaró a las multitudes: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:12-14).

Las palabras de Cristo a los discípulos me convencieron: “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre” (Juan 16:24). A medida que leía esto, escuché al Señor, susurrándome: “David, tú no has solicitado el poder que he puesto a tu disposición. Simplemente debes pedir en mi nombre”.

Acá tenemos, lo que creo que entristece el corazón de Dios más que la combinación de todos los pecados de la carne. Nuestro Señor es entristecido por la constante y creciente falta de fe en Sus promesas…por las constantes y crecientes dudas respecto a si Él responde las oraciones…y es finalmente entristecido, por un pueblo que solicita cada vez menos del poder que está en Cristo.

No importa cuánto haya usted pedido ser semejante a Cristo; eso no es nada en comparación a los recursos de la sabiduría espiritual que siguen aguardándonos en su almacén. ¡Pida en grande! Pida sabiduría, pida dirección, pida revelación. Pero debe pedir con fe, sin dudar nada.