¿CUÁN GRANDE ES TU JESÚS?

Juan 14 contiene dos magníficas promesas. En la primera, Jesús declara: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:12-14). Jesús lo dice con total claridad y simpleza: “Pidan cualquier cosa en mi nombre y Yo lo haré”.

Dos versículos después, Jesús promete: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:16-18). Acá Cristo está diciendo: “Voy a darles el Espíritu de Verdad. Y su poder permanecerá en ustedes”.

Se trata de dos increíbles promesas de Jesús. Sin embargo, note el versículo emparedado entre éstas: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). ¿Por qué aparece aquí esta declaración? Cristo nos está diciendo: “Hay un asunto de obediencia ligado a estas promesas”. En resumen, ambas promesas tienen que ver con guardar y obedecer la Palabra de Dios. Fueron dadas para ser cumplidas, de modo que nada nos impida solicitar el poder que es Cristo.

Estoy convencido de que pedir poco o nada en el nombre de Jesús es un reproche para Él. Año tras año, muchos cristianos se contentan con menos y menos. Finalmente, se contentan tan sólo con la salvación. No tienen otras expectativas aparte de llegar al cielo algún día.

Le pregunto: “¿Llegó usted al final de su Cristo? ¿No espera nada más que ser salvo por Su poder y gracia? ¿Su Cristo se agota con apenas la fuerza suficiente para sobrevivir un día más? ¿Termina Él con usted en el lugar ocasional de paz y gozo, en medio de una vida mayormente vivida bajo el hostigamiento de Satanás?

Todos estos pasajes en la Palabra de Dios me convencen de que “mi” Jesús es más grande que mis peticiones. Aun así, tristemente, muchos creyentes hacen que Cristo se vea insignificante y sin poder a causa de su incredulidad. Amado, yo no quiero que mi Cristo sea limitado. Por el contrario, quiero que todo diablo en el infierno sepa cuán grande es mi Dios al ver cuán grandes son mis peticiones. Quiero más de mi Cristo. Quiero que sea más grande que nunca en mi vida.